Me encontraba en el pasillo, con la espalda descubierta de mi vestido en contacto con la fría piedra de la pared, procesando lo que acababa de pasar. Lo que acababa de sentir.
Negué suavemente con la cabeza para volver en mí y caminé en dirección a la puerta por la que Azriel me había sacado del baile. Estaba a punto de abrirla cuando rectifiqué y, tras suspirar largamente, aparté la mano del pomo mientras giraba sobre mi eje y comenzaba a caminar en dirección a mi alcoba. Estaba demasiado cansada.
Sorprendentemente no me perdí por los enrevesados corredores de piedra del castillo y no tardé en llegar a mi habitación. Entré.
Sin tan siquiera molestarme por encender la luz, me deshice del pomposo vestido que llevaba y caí rendida encima de la cama. La cabeza me estaba matando, necesitaba descansar, pero solo podía pensar en él.
La forma en la que me había hablado, con la que me había dicho que tuviese cuidado... Casi no lo reconocía. Veía la pena en esos ojos verdes y no dejaba de preguntarme de dónde salía. Algo dentro de mí me gritaba que descubrise el origen de su dolor. Pero era algo totalmente irracional, él no me importaba en absoluto.
Entre pensamiento y pensamiento, me venció el cansancio.
Esa noche tuve un sueño.
Recuerdo estar riendo, mi risa y otra que me resultaba familiar, corríamos por el bosque. No un bosque... No, no un bosque, El bosque, lo reconocí enseguida.
Estábamos en la arboleda de los alrededores del palacio de Mananthica, mi reino, el bosque en el que me había criado. Había dos personas, una que supuse que era yo y otra a la que no conseguía ver. Llegábamos a un claro en dónde había un columpio de madera colgado de un árbol, yo me subía a él y miraba hacia atrás. Me encontraba con unos ojos verdes.
Me desperté y me senté de golpe en la cama, con dolor de cabeza. ¿Qué demonios acababa de soñar? Gruñí por el dolor y me froté la frente mientras cerraba los ojos con fuerza, no conseguí nada.
Solo había sido un sueño. ¿Solo había sido un sueño? Había sido muy real, esos ojos... Parecían mirarme directamente, me habían provocado lo que solo él me provocaba cuando me miraba. Lo sentí de verdad.
No tardé en preguntarme lo inevitable ¿Era Azriel?
Esos ojos eran suyos, su verde era inconfundible ¿La otra persona era... yo? Pero yo no recordaba haber vivido eso, no. No tenía sentido.
Me froté los ojos en un vago intento de aclarar mis pensamientos e intenté volver a dormirme.
***
Me desperté con la molestia de la luz del sol impactando sobre mis párpados. Di un par de vueltas y me quejé antes de salir de la cama.
A pesar del sueño, había conseguido descansar un poco, aunque no había sido capaz de poner en orden mis pensamientos.
Comencé a arreglarme y no tardaron en llegar las doncellas para ayudarme, accedí a que me peinaran, aunque negué cuando me dijeron si quería ponerme otro de mis vestidos. Al parecer no eran de su agrado los vestidos sencillos y cómodos que yo solía llevar.
Cuando terminaron, salí y me dirigí al comedor para desayunar. Me esperaba encontrarme a todos allí, pero solo estaba Azriel.
Entré y evité mirarlo, sobre todo a los ojos, no me veía capaz, no sin que me recordaran al sueño. Además, estaba el incidente del baile... Definitivamente me iba a costar intentar actuar normal a su alrededor.
Me senté a la mesa y levanté la mirada, en seguida volví a bajarla mientras me servían. Notaba su mirada sobre mí, lo que inevitablemente me ponía nerviosa, intenté que no se me notara. No le daría es ridícula satisfacción.
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La reina del olvido
FantasíaIlarya Madingley, la falsa perfección en persona, princesa heredera del reino de Mananthica, lleva una vida basada en mentiras. Ella es curiosa e inconformista, por lo que cuando se da cuenta de que todo el mundo parece ocultarle algo no duda en pon...