CAPÍTULO 22

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Seguía tremendamente enfadado con aquel desgraciado. ¿Cómo se atrevía a tratar así a Ilarya? ¿Cómo podía un ser humano ser tan despreciable? Me hervía la sangre solo de pensar en cómo la había hecho sentir, y cuando la golpeó...

Haberlo dejado inconsciente a golpes no me había servido de nada, mi ira seguía ahí.

Pero ahora ella debía descansar, había sido un día largo y difícil, y después de lo que acababa de pasar... Evité pensar en cómo había hecho para transportaros hasta allí, porque eso no era bueno.

La llevaba hacia la cama, ella tenía la mirada fija en el suelo, perdida, cuando habló. Era la primera vez que lo hacía después de... bueno, lo que acababa de pasar. Respiré profundamente para calar mi ira y poder comprenderla.

-Estoy... Estoy sucia, no puedo acostarme.... –su voz apenas era un susurro y sonaba muy distante –Debo limpiarme...

-No pasa nada, acuéstate, mañana cambiaremos las sábanas. –dije con mucha suavidad.

-No... No, estoy llena de tierra... Tengo que darme un baño...

-De acuerdo. –accedí, siendo consciente de que llevarle la contaria en ese momento no serviría de nada.

La solté, para dejar que pudiera ir sola hasta el lavabo, pero no se movió.

Me vi obligado a cogerla de la mano para conducirla hacia la recámara.

Una vez estuvimos dentro, volví a apartar mis manos de ella, dispuesto a salir y dejarla sola. Otra vez, no movió ni un músculo.

Era como si estuviera a años luz de allí, sumida en sus pensamientos, evitando pensar y dejando que su memoria motora hiciese absolutamente todo.

La miré a los ojos, durante un par de segundos, ella se percató y levantó la vista del suelo.

-¿Necesitas ayuda? –pregunté lo más suavemente que pude. No respondió.

Volví a su lado, lentamente, sin dejar de mirarla a los ojos. Levante la mano y la acerqué a su vestido, de botones por delante, con la intención de ayudarla a limpiarse. Antes de hacer nada, esperé su consentimiento, cuando asintió levemente la empecé a desvestir.

La miré a los ojos en todo momento, mientras le quitaba la ropa sucia y la ayudaba a meterse en la bañera, llena de agua tibia. Limpié su cuerpo con mucha suavidad y lentamente, intentando evitar que se sintiera incómoda. Ella no dijo nada. No hizo nada.

Parecía seguir muy lejos de allí, estaba completamente ida, parecía no inmutarse de nada.

La ayudé a salir de la bañera y envolví su cuerpo con una toalla, la sequé y le ayudé a ponerse la ropa de dormir.

En cuanto estuvo lista, la llevé hasta la cama y se acostó.

Ahora yo tendría que volver al castillo, hablar con Ellyn y...

-No...- susurró cuando la arropé- Quédate...

Me había agarrado de la manga de la camisa y me miraba a través de la poca luz que entraba por la ventana.

-Llenaré la cama de barro... -dije, y esperé a que me soltara, pero no lo hizo. Se incorporó sin dejar de mirarme y me vi obligado a volver a hablar. –Iré a cambiarme, en seguida vuelvo...

-Tardó un par de segundos en soltarme.

Fui al cuarto de baño y me asee y cambié lo más rápido que pude. No me gustaba dejarla sola, yo no querría estar solo.

Cuando volví ella no se había movido y su mirada volvía a estar fija en el suelo.

Avancé hacia la cama y me metí en ella, dejando separación entre nosotros, y me acosté. No quería que se sintiera abrumada.

Después de un par de segundos se acercó a mí y se apoyó en mi pecho.

***
Esperé a que Ilarya se durmiera antes de salir con mucho cuidado de la cama para asomarme a la ventana a esperar a Ellyn. Le habían indicado la hora a la que debía ir a vigilar a Ilarya, la hora en la que yo siempre iba a visitarla. No faltaba mucho.

En cuanto me vio, levantó los brazos con exasperación. Yo le sonreí.

Bajé en silencio por la ventana y cuidé que nadie me viese mientras salía por el agujero de la pared para encontrarme con ella.

-Hola –saludé cuando la divisé entre la oscuridad.

-¿Hola? –Dijo mientras avanzaba con grandes zancadas hacia mí, con los brazos tensos a sus costados -¿Eso es lo que dices después de desaparecer durante días? –me golpeó el hombro y me fulminó con la mirada.

-Lo siento... -me pasé la mano por el pelo.

-Eso está mejor. -me sonrió, satisfecha.- Ahora bien, necesito explicaciones. ¿Por qué demonios me ordenas vigilar a la chica y después de dos días desaparecéis los dos?

Y se lo expliqué todo, con detalles.

Ellyn conocía la historia, sabía lo que había pasado hacía dos años. Se lo había contado todo yo, la primera vez que la había visto.

Fue en el bosque, a las afueras del castillo. Yo estaba muy muy mal, estaba solo y me sentía... vacío. Roto. No tenía a nadie, Ilarya me acababa de olvidar, no tenía nada a lo que aferrarme, nadie me podía consolar. Salvo Ellyn. En ese momento de debilidad, ella fue la única que me preguntó qué me pasaba, la que se preocupó por mí.

-Vaya... -dijo cuando terminé. -¿Pero ahora estáis bien, verdad?

-Ilarya solo tiene un corte en el brazo, se está curando. Mi espalda va tirando.- me miró, no me creía, pero la ignoré y continué- ¿Cómo están las cosas por el castillo?

Hizo una mueca.

-Tú padre ha preguntado por ti... Le dije que estabas de viaje, da gracias de que no quisiera indagar... ¿Qué tal está la chica?

-Es cierto, -recordé lo que Ilarya me había contado en el bosque-¿por qué no me dijiste que la habías conocido?

-Tengo mis secretos, príncipe –se cruzó de brazos y se apoyó contra el muro.

-No le dijiste nada... comprometedor ¿no? –La imité.

-¿Por quién me tomas? -preguntó levantando una ceja.

-Ellyn. –necesitaba que me lo asegurase.

-¿En serio, Azriel? -giró su cabeza para mirarme -Por supuesto que no. –se echó a reír.

-Te odio... -murmuré mientras me encaminaba hacia el agujero para volver a entrar.

-¿Por qué, si soy encantadora? –sonrió con falsa amabilidad e hizo un gesto para despedirse. Yo volví al dormitorio

La reina del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora