CAPÍTULO 37

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Cuando Ellyn se marchó, me acerqué caminando lentamente hasta el escritorio y me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.

Azriel movió la silla hasta situarse en frente de mí se sentó de nuevo en ella.

-Vale... -murmuré mientras mientras lo miraba con la cabeza inclinada hacia un lado. -No sé cómo Ellyn va a ser capaz de hacer lo de los guardias.

-Es Ellyn, puede hacer cualquier cosa. -respondió él imitando mi gesto de la cabeza.

-Ni tampoco sé por quién voy a hacerme pasar. -continué.

-Ellyn se encargará. -repitió él.

-No quiero que ella haga todo. -dije mientras apoyaba la cabeza en mis rodillas.

-Solo se encargará de la parte mágica, ya sabes, el resto lo pensaremos ahora, nosotros. No te agobies. -dijo él mientras se ponía de pie.

-Ni cuando irrumpiré. -continué sin escucharlo.

-Durante los votos. -respondió él a la ligera.

-¿Durante los votos? -pregunté. -Durante los votos, claro. -levanté la cabeza y lo miré. -Tienes razón.

-Siempre la tengo.

Extendí una pierna hasta que le golpeé con suavidad la rodilla. Los dos nos reímos y él se sentó a mi lado, pasando su brazo por mis hombros. Yo apoyé la cabeza sobre su pecho.

Nos quedamos un ratito en silencio, apreciando la presencia del otro, inundándonos del aroma del otro.

-Sin guardia no es nadie. -murmuró él. -En realidad no es nadie.

-Estoy bien. -dije. -No me asusta. ¿Tú estás bien?

-Si. -respondió.

Se hizo de nuevo el silencio, pero yo lo rompí.

-Eso mismo dijiste a través del pergamino. -solté con mucho cuidado. No quería que malinterpretara mis palabras. -Me preocupa, Azriel. Que no seas sincero conmigo... Porque pienso que puedes estar pasándolo mal y yo no lo sepa. Que ocultes tu dolor y minimices tu sufrimiento. -hice una pausa para cogerlo de la mano y comenzar a jugar con sus dedos. -No quiero que pases por cosas así tú solo porque... -llevé su mano hasta mi pecho, hasta mi corazón. -Porque duele más si te lo guardas para ti que si lo compartes con alguien.

Él se quedó en silencio y respiró profundamente un par de veces antes de continuar.

-Es que... Llevo mucho tiempo haciéndolo y... No me gustaría volver a exteriorizarlo porque....

-Duele. -terminé por él. -Claro que duele, pero si lo compartes, te prometo que dolerá un poquito menos.

Cerré los ojos y respiré profundamente, asimilando todo lo que Azriel me había dicho, dándome cuenta de nuevo de todo lo que había sufrido.

-Lo siento... -musitó él.

-No, no lo sientas. -dije mientras apretaba suavemente su mano. -Solo... No vuelvas a hacerlo. -No dijo nada. -Creo... Creo que debería haber total sinceridad entre nosotros, ¿no crees?

-Con todo lo que está pasando... Yo también lo creo, la situación lo requiere.

-De acuerdo.

Y de nuevo, silencio. Un tiempo para repasar las palabras que nos habíamos dicho y dejando que nuestra presencia nos llenase mutuamente. Simplemente disfrutando de la presencia del otro, acurrucados en el suelo, y con nuestras manos entrelazadas. De la unidad que componíamos cuando estábamos juntos, cuando nuestras piezas encajaban.

La reina del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora