CAPÍTULO 41

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Llevaba casi una hora en la fiesta.

No había rastro de Azriel, ni de Gennady, ni de madre.

Según había podido escuchar, faltaba poco para que el rey hiciera aparición.

Ahora, yo estaba sentada en una de las muchas mesas de la sala, con los codos apoyados sobre esta y mi cabeza descansando sobre mis manos.

La verdad es que cuando me imaginé cómo sería la misión, me esperaba algo menos... aburrido. Más emocionante. No.... esto.

La música sonaba de fondo. Era cierto que estábamos en un baile, pero yo no podía bailar. Tenía que estar atenta a todo el mundo, a los guardias, al peso de las dagas que portaba y a la señal que Ellyn nos daría, tenía que estar preparada para actúar en cualquier momento.

Muy repentinamente, se hizo el silencio en la sala y todo el mundo se giró para mirar hacia los grandes portones, que se habían abierto.

Inmediatamente me puse de pie y me deslicé entre la gente para acercarme lo máximo al lugar al que todos miraban.

No tardé en entender qué pasaba.
Gennady, Azriel y... madre, acababan de entrar a la sala. Madre.

Iba vestida de blanco, con un vestido que había debido de costar mucho más de lo que muchos hombres ganarían en toda su vida, lleno de perlas y encajes y con mucho mucho vuelo. Además, usaba un velo que le cubría la cara. Como era de esperar, lo portaba correctamente y con la gracia que le era natural.

Gennady... Iba como siempre, vestido ostentosamente. Ni siquiera me fijé en él.

Luego observé a Azriel. Caminaba con seguridad detrás de su padre, y parecía buscarme entre la multitud.

Cuando me encontró, nos miramos durante menos de un segundo, y él aprovechó para guiñarme un ojo.
¿Estaba loco? Lo fulminé con la mirada. Cualquier persona de la sala podría haberlo visto y nos descubrirían. Él me sonrió, pero yo aparté la mirada para comprobar disimuladamente a mi alrededor.

Afortunadamente, nadie pareció notarlo. Reprimí una sonrisa.

Ahí estaba, la emoción, la adrenalina, que me encantaban. Reprimí una sonrisa.

Los tres llegaron a la pequeña elevación sobre la que se situaban los tronos y subieron para sentarse. No pude evitar imaginar lo mucho que le dolería a Azriel ver a madre sentada en el trono de su madre.

Gennady comenzó a soltar un discurso al que yo no le presté atención, básicamente porque estaba más ocupada observando a Azriel.

El hombre terminó con algo como:

-Y ahora, ¡bebed! ¡Bailad! ¡VENGA!

Recibió una ovación por parte del público y yo apreté los puños enfundados en los guantes.

Antes de que pudiera darme cuenta, Azriel había desaparecido de su lugar y se encontraba frente a mí, inclinado levemente hacia delante y extendiendo una mano en una sutil reverencia. Casi todo el mundo observaba al príncipe que pedía mi mano.

-¿Me concedes este baile? -preguntó con una amplia sonrisa.

-¿Qué? -pregunté descaradamente mientras lo observaba.

Su gesto me había cogido por sorpresa. Varias personas se me quedaron mirando sorprendidas.

Azriel me miró y abrió con fuerza los ojos, en una petición silenciosa de que me callara. Le hice caso y agarré su mano mientras le ofrecía una amable sonrisa y me ponía de pie elegantemente para que todos los presentes notaran que no pasaba absolutamente nada. Porque no pasaba absolutamente nada.

Caminé con él en silencio hasta la pista de baile y, sin decir nada, nos colocamos el uno frente al otro para esperar a que la pieza comenzase.

No podíamos decir nada, hablar en ese momento era demasiado arriesgado, ya que cualquiera podría escucharnos. Pero con el sonido de la música, con nosotros danzando, sería más fácil que nuestra conversación pasase desapercibida. Azriel debía de haber pensado en eso.

La pieza comenzó.

Azriel hizo una reverencia a la vez que todos los varones de la pista y me extendió la mano, yo le correspondí y la cogí, a la vez que todas las mujeres, para comenzar a bailar.

-¿Qué haces? -le pregunté intentando no mover mucho los labios. -Esto es muy arriesgado. -Él me hizo dar una vuelta.

-Lo sé, pero tengo que hablar contigo. Es urgente. -imitó mi forma de hablar, sin perder la sonrisa.

Casi se me para el corazón y me quedo quieta, pero supe continuar como si nada. ¿Y si había pasado algo? Mi intuición me decía que sí.

-¿Y bien? -dije al ver que no respondía.

-Estás preciosa esta noche. -dijo él muy rápidamente, y poniéndose rígido.

Controlé mi gesto porque miré hacia mi derecha y me encontré una pareja demasiado cerca de nosotros. Sonreí con agradecimiento mientras seguíamos danzando para alejarnos de ellos.

-Que conste que iba en serio. -dijo él cuando estuvimos fuera de peligro.

-Habla. -le ordené al borde de un ataque de nervios.

-No tenemos distracción. No ha salido bien. -soltó mientras vigilaba a ambos lados de nosotros.

-¿Qué? -exhalé.

-Lo que ella -Ellyn. Era demasiado arriesgado pronunciar su nombre- había pensado no ha salido bien.

-Eso significa...

-Que ya no hay plan. -terminó él.

-Estamos perdidos. -susurré mientras inclinaba la cabeza hacia un lado y me daba cuenta de lo que acababa de pasarnos.

-No, Ilarya. -Azriel me espabiló.

-Mantén la farsa. Solo tenemos que esperar a que este infierno termine y nos largamos.

-Pero madre...

-Lo siento. -dijo él.

Me mantuve firme, fingiendo, mientras seguíamos danzando en silencio.

-Podemos... -empecé a decir. Pero no se me ocurría nada.  

-Creo que ya no podemos hacer nada. -dijo desesperanzado.

-Tienes razón. -Y ciertamente la tenía.

-Ilarya... Solo intenta... Pasar desapercibida, ¿vale? -miró a nuestro alrededor -Y en cuanto puedas sal de aquí.

-No sin vosotros. -susurré.            

-Nos las apañaremos. -respondió él.

-No, os espero. Me esconderé o algo, pero no me iré sola. No os dejaré.

Azriel me miró con pesar, porque sabía que no podría hacerme cambiar de opinión. Y era cierto, yo no los dejaría allí.

-Tú solo ten cuidado.

Y dicho esto, la pieza terminó y Azriel se fue.
                                                                 

La reina del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora