EPÍLOGO

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Ellyn:

En cuanto vi como Ilarya bajaba las escaleras, casi derrumbada sobre Azriel, supe que las cosas habían ido de todo menos bien.

Había salido del refugio justo cuando Ilarya había lanzado su poder, y no me había visto capaz de volver a dentro, quería -necesitaba -saber que había ocurrido.

Ahora sabía que nada bueno.

Corrí hacia ellos sin dudarlo y me detuve en seco cuando llegué a su lado.

-¿¡Qué demonios ha pasado?! -pregunté gritando, ayudando a Ilarya a mantenerse en pie.

-Tenemos que irnos. -fue lo único que Azriel respondió.

-¿Qué? No ¿Y dejarlos tirados? -grité.

-Addie... Nos lo ha ordenado...

-¿Qué? -no daba crédito. ¿Qué estaba pasando?

No pude seguir preguntado porque alguien apareció justo a mi lado. Era la reina.

-Por todas las... -murmuró al llegar. - ¿Qué acaba de pasar?

-Perdemos. -no tardó en responder Azriel. -No tenemos hombres, nos quedamos sin armas, y ellos avanzan a grandes pasos. Estamos perdidos.

-Tenéis que salir de aquí. Vienen a por vosotros. Corred. -ordenó ella.

-No vamos ha... -comenzó a decir.

-Es una orden.

La miré a los ojos y, a regañadientes, comenzamos a avanzar hacia una de las salidas secundarias de la ciudad.

Ilarya estaba demasiado débil y avanzaba con dificultad, apoyada en Azriel. Yo me encargaba de cubrirlos.

Me sentía terriblemente mal dejando atrás la batalla, sentía que los estaba abandonando a pesar de las palabras de la reina. Aún así no dije nada.

Mi objetivo principal era sacar a Ilarya y a Azriel vivos de allí.

Afortunadamente, los ejércitos aún no habían llegado a rodear por completo toda la muralla, por lo que, cuando salimos, tuvimos vía libre para adentrarnos en el bosque sin enemigos a la vista.

Habíamos avanzado una buena distancia, durante el tiempo suficiente para poder pensar en lo que habíamos vivido, cuando Ilarya no pudo más.

Se cayó sobre sus rodillas y comenzó a vomitar. Una. Dos veces.

Azriel se agachó a su lado y le sujetó los mechones de pelo que se habían escapado de su trenza mientras yo le frotaba la espalda.

No me extrañó su reacción.

Lo más probable era que nunca antes se hubiera enfrentado a algo así, que en sus años de princesa frágil y bonita  nunca nadie le hubiera hablado de la crueldad a la que el ser humano era capaz de llegar por poder.

Azriel, en cambio, conocía esa crueldad de primera mano. Él había estado en los calabozos del castillo. Había visto y sufrido las torturas de su padre.

Yo... podía soportarlo.

-¿Qué he hecho... ?... Yo... todo esto es... culpa mía... He matado... Han muerto por mi culpa... ¿Qué he hecho...?

Ilarya se miraba fijamente las manos, ahora libres de marcas, la sangre seca debajo de sus uñas.

-He matado... Es culpa mía...

-No es culpa tuya... -le susurró Azriel mientras la acercaba a él. -No has hecho nada malo... Has luchado por tu causa, eso está bien.

Me puse en pie para dejarlos solos y comencé a inspeccionar el terreno.

Estábamos alejados de Ponderan, pero aún así aquel sitio no era seguro. Lo ideal sería poder volver a la cabaña.

-Hay que regresar. Al refugio. -dije.

-No Ellyn. Nos matarán, está demasiado lejos. E Ilarya no puede transportarnos.

Tenía razón. Pero tenía que haber otra forma...

-Ellyn... -comenzó a decir Ilarya. -Los túneles.

Brillante. Aquellos conductos nos teleportatían a la cabaña. Solo necesitaba encontrar alguno...

Los orígenes de los túneles eran confusos. Había quien los consideraba una herramienta de las brujas para poder movernos entre los cuatro reinos del mapa, pero dentro de nuestra propia cultura no había ningún registro sobre cómo se habían formado.

El caso era que encontrarlos era... complicado. Pero tenía que hacerlo.

Así que cerré los ojos y me puse a caminar. No sabía hacia donde, movía los pies y me dejaba guiar por mi instinto. Por mis antepasados.

-¿A dónde... ? -preguntó Azriel.

-Chs. -le corté yo.

Tardé un rato, pero conseguí encontrar un túnel.

Regresé junto a ellos y en menos de lo pensado aparecimos delante del refugio.

Ninguno de los tres dijimos nada cuando comenzamos a correr hacia la puerta, la abrimos, y nos metimos dentro. La cerré de un portazo a mis espaldas y me apoyé en ella para poder pararme a respirar con tranquilidad durante un segundo.

Luego levanté la mirada hasta clavarla en los ojos de Azriel y dije:

-Tenéis demasiadas cosas que explicarme.

La reina del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora