CAPÍTULO 27

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Me desperté al día siguiente y lo primero en lo que pensé fue en que no tenía a nadie a mi lado.
Es raro acostumbrarse a ver a alguien todos los días y despertarte un día sin él.

Aquella noche había tenido múltiples pesadillas en las que Azriel estaba enfermo y... Lo pasé francamente mal. También cuando recordé que no estaba allí conmigo.

Era tarde, había pasado la mayor parte de la mañana durmiendo, por lo que me decidí, hambrienta, a prepararme y bajar al comedor.

Me puse un vestido sencillo, como siempre, y guantes. Importante.

Me dirigí al comedor, ya casi era la hora de la comida. Tenía ganas de encontrarme con madre, de que no entendiera por qué no habían atacado el palacio. Pero me detuve a escasos metros de la puerta porque empecé a escuchar voces.

-¿¡Y entonces por qué mis soldados aseguraron haberla visto?! -conocía muy bien ese tono de voz. Gennady Marston.

-Ha... Ha debido de haber un error. -esa era madre, y hablaba... asustada.
No me gustaba verla actuando así, ella no era así.

-Dijo que tenía poderes. -su voz resonaba por las paredes del palacio.

Me acerqué aún más a la ranura y pude ver como él le gritaba en la cara a madre. Apreté los puños con fuerza a mis costados.

-No sé de qué me hablas.

-¿Por qué me dijeron que ella aseguró que tenía poderes? -insistió el rey.

-Te lo repito, no lo sé.

-¡Mentirosa! -Gennady se giró y yo me oculté rápidamente. Recé por que no me hubiera visto. Volvió a dirigirse a madre. -Escucha, Adella, sabes lo que acordamos. Si...

-No necesito que me lo recuerdes. -Lo cortó madre.

Los dos guardaron silencio.

-¿Dónde está? -preguntó Gennady con voz ronca.

-No lo sé.

-No. Mientas. -casi gritó el hombre.

-No estoy mintiendo -el tono de madre volvía a ser seguro -. Confía en mí...

Eso último lo dijo casi... suplicando.

Apreté aún con más fuerza los puños y comencé a notar la ira dentro de mí.

La impotencia. La notaba emanar de mi interior, la sentía como fuego. Como aquel día en el bosque...

Notaba el fuego en mis palmas.

Las miré y... No había guantes. Solo ceniza.

Mi atención se desvió inmediatamente a los pasos que se comenzaron a escuchar hacia mí.

Gennady salía del comedor.

Corrí hasta que me oculté detrás de una esquina y pegué la espalda con la pared.

Aguardé, aguardé, aguardé...

Se había ido. En dirección contraria, no me había visto. Relajé todo el cuerpo que había estado en tensión.

Salí de mi escondite y avancé a grandes zancadas hacia la puerta del comedor, que se abrió de golpe antes de que yo la tocase. Madre.

Me miró durante un segundo, parecía furiosa, a punto de gritar.

Su mirada descendió hasta mis manos y perdió completamente el color. Se quedó muda. Eso solo duró unos segundos.

-Madre... Yo... -no me dejó continuar.

Me agarró con fuerza de las muñecas, levantando mis manos marcadas para observarlas de cerca.

-Ilarya... Qué has hecho... -tartamudeó.

-Yo... -no pude acabar.

Me arrastró por los pasillos. Yo no objetaba, estaba como en trance, asimilando la conversación que acababa de presenciar.

¿Por qué Gennady se había enfadado tanto? Había mentido, sí, pero... ¿Era para tanto? Tenía que haber algo más... Algo que se me escapaba...

No me percaté hasta que fue demasiado tarde de que madre me había soltado en el interior de una habitación. Mi antigua habitación.

Cuando quise reaccionar, ella había cerrado la puerta. Escuché cómo giraban una llave.

-No. -dije en un bufido.

Corrí hacia el pomo y lo agarré. Tiré de él, pero nada.

Pataleé la puerta hasta que me dolieron las rodillas y marqué la madera, grité pidiendo auxilio y la golpeé con los puños, pero nadie acudió a ayudarme. Y la puerta seguía ahí.

Esto no puede estar pasando...

No, no, no... ¿Madre me acababa de encerrar? ¿Estaba atrapada?
No. Debía buscar una forma de salir.

Inspiré y expiré un par de veces para intentar relajarme.

Estaba en una habitación, mi habitación, la que había usado de niña. Era grande y los muebles de madera clara seguían exactamente donde los recordaba. La cama con dosel, las cortinas rosas, el armario... El armario. Ahí podría haber algo que me ayudase a escapar.

Corrí hacia el mueble y abrí de par en par las puertas y cajones que me encontré. Vacíos. Excepto uno.

Me esperancé durante un segundo y comencé a revolver. Había juguetes viejos, alguna sábana, ropa vieja... Nada.

Dejé todo y apoyé la espalda contra una puerta cerrada mientras suspiraba temblorosamente y me dejé deslizar hasta el suelo. Durante unos segundos me concentré en respirar y no volverme loca.

Volví a mirar dentro del único cajón lleno de cosas y reparé en la caja que padre me había regalado... Llena de artefactos para hacer magia. Ilusionismo. No me permití recordar esos momentos porque me derrumbarían y no podía, ahora no.

Aparte de eso, solo había chatarra.
Nada más. No había nada.

Estaba encerrada.

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Nota de la autora: 31/3/22. Acabo de subir el último capítulo de la primera parte. EL ÚLTIMO CAPÍTULO DE LA PRIMERA PARTE!!! Quería recordar lo agradecida que estoy a todos/as/es que han leído hasta aquí y me han dejado compartir la historia que hasta ahora consideraba mía pero que ahora siento que es de más gente. Muchas gracias 🤍🌼.

La reina del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora