02. Pastillas borra recuerdos

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Muchas veces los divorcios causan diversas reacciones en los hijos, algunas veces suelen ser buenas y otras veces es mejor no contar lo mal que acaba, como en mi caso, que todo fue en descenso desde que eso pasó

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Muchas veces los divorcios causan diversas reacciones en los hijos, algunas veces suelen ser buenas y otras veces es mejor no contar lo mal que acaba, como en mi caso, que todo fue en descenso desde que eso pasó.

Papá se fue de la casa hacía ya un mes, después de que yo empezara el tercer año de preparatoria; debido a que se divorció de mi mamá por diversos problemas que habían surgido a raíz de los años y en todo este tiempo de separación entre ellos mis padres solo peleaban por una cosa: la custodia de Jasper, mi hermano pequeño. Dejándome a un lado como siempre había sido costumbre para cualquiera de los dos, lo cual no me sorprendía en absoluto, ya que desde niño las cosas siempre habían sido como ahora mismo; solo que la única diferencia que se presentaba ahora mismo es que tenía un hermano pequeño y que él parecía ser más importante para ellos que su propio primogénito.

Para ser sinceros, toda aquella etapa de separaciones y peleas entre mi familia no podía recordarla claramente, pues tratar de recordar mi vida en aquellos momentos de angustia se sentía como despertar una mañana y tratar de recordar un sueño viejo, el cual solo se ve borroso y bastante confuso.

De pronto mis ojos confundidos se abrieron acompañados de un sobresalto que me sacudió el cuerpo entero. Un silencio ensordecedor llenó por completo mis oídos y mi vista era casi nula, hasta que un pitido que se repetía cada cierto tiempo empezó a taladrarme lo profundo de mi cabeza. Una sombra atravesó lo que parecía ser la puerta y se quedó perpleja frente a mí, dando alusión a que me miraba fijamente, lo cual me llenó de temor en un instante.

—¿Dorian, me escuchas? —exclamó aquella sombra frente a mí con extremada curiosidad.

Mis labios parecían estar sellados; por mucho que deseara responderle a aquella cosa, mi cuerpo parecía no responderme. Hasta que logré poder mover un poco alguna de mis extremidades.

—¡Tranquilo! No intentes moverte —detuvo aquel movimiento con su mano, el cual logré hacer con demasiado esfuerzo—. Me da mucho gusto, por fin verte despierto.

Aquella persona acaba de hablar, pero no la distinguía muy bien debido a la intensidad de la luz del día que penetraba por una de las ventanas cercanas a mí; era tan fuerte que me encandilaba al instante. Inmediatamente después de nuestra conversación, salió disparada de la habitación. Mi cuerpo me dolía y no podía moverlo con facilidad, me sentí tan extraño y ajeno al lugar donde me encontraba que prefería no hacer movimientos ni intentar hacer preguntas hasta que pudiera sentirme mejor.

Finalmente, cuando mis ojos se adaptaron a la luz del sol, pude darme cuenta de dónde me encontraba: estaba en el hospital. No recordaba con claridad lo que había sucedido ni por qué razón estaba allí; me sentía bastante confundido al respecto. No tenía una buena noción del tiempo, pero creo que pasé varias horas esperando a que alguien volviera a entrar por aquella puerta.

Después de una espera que se sintió eterna, el doctor me informó que llevaba cuatro semanas en el hospital debido a una sobredosis de pastillas que me había dejado en coma todo este tiempo. Según las especulaciones de mi madre y del propio doctor, ambos dedujeron que había sido un «intento de suicidio» de mi parte. Fue entonces cuando quedé aún más confundido de lo que ya estaba, pues para mí había sido hace unas cuantas horas el cumpleaños de Arlen y me había marchado de la fiesta desilusionado por no haber logrado ligar con un chico al que apenas conocía.

Si te QuEdAs conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora