14. Asfixia

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¿Alguna vez has dejado de respirar por casi tres minutos?

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¿Alguna vez has dejado de respirar por casi tres minutos?

Era verano, un verano en el que el calor era tan insoportable que absorbía las ganas y energías para realizar cualquier cosa, tan insoportable que nos acorralaba a ir de vacaciones familiares, de esas en las que tus padres creen que pueden ser la "familia perfecta" durante una semana para luego volver a ser lo que siempre han sido: una familia sin estructura ni apoyo que amortigüe el dolor que traen los problemas de la vida.

Estaba parado en la orilla del lago, un lago que parecía no ser demasiado profundo, un lago en el que mis padres aseguraron que no podría pasarme absolutamente nada mientras ellos vigilaran de cerca, pero no habían considerado la fuerte pelea que tuvieron la noche anterior, una pelea llena de insultos, golpes y forcejeos. Durante esa pelea, mi padre retiró su anillo de bodas y lo lanzó al lago para que se hundiera en la profundidad del agua, mientras mi madre lloraba desconsolada en la cabaña junto al pacífico lago.

Solía creer que el amor de mis padres se había creado mágicamente un día por ese anillo de bodas, como si fuera un objeto místico. Porque cuando eres niño, crees que el amor durará para siempre y serás feliz por toda la eternidad, como todas esas películas que te lo aseguran, mientras los personajes repiten irradiantes de felicidad un "Acepto" frente al altar.

Sentía una gran ansiedad mientras admiraba el lago que me rodeaba hasta los tobillos.

El agua estaba fría, al igual que el aire del bosque, que me ponía la piel de gallina. Experimentaba un profundo miedo, ya que suponía que la sortija unía a mis padres y los hacía "amarse" por siempre, y si no volvía a encontrarla, simplemente se separarían y mi vida sería aún más patética.

Con el miedo apretándome el pecho y haciendo que mi corazón se sobresaltara, comencé a caminar hacia el lago, convencido de que de alguna forma encontraría la sortija de mi padre en la inmensidad del lago.

Él la había arrojado bastante lejos, así que tenía que caminar al menos hasta la mitad del lago. Levanté los brazos hacia arriba mientras seguía sumergiéndome lentamente en el agua. Caminé un par de instantes hasta que el agua me llegó por debajo de los hombros, lo cual me hizo detenerme por un momento.

Las piedras en el fondo del lago lastimaban mis pequeños pies y el agua había empapado por completo mi ropa, haciéndome sentir mucho frío. Giré la cabeza hacia atrás para ver cuánto había caminado, lo cual no parecía demasiado, pues aún podía ver la cabaña donde dormían mis padres muy cerca de mí. Sin embargo, estaba a solo unos pasos de alcanzar el lugar donde había visto a mi padre arrojar su anillo.

Me reincorporé para seguir mi camino, y al dar el siguiente paso hacia adelante, el lecho de piedras que lastimaba mis pies desapareció, haciéndome resbalar y caer repentinamente dentro del lago, hundiéndome por completo.

Comencé a patalear, intentando alcanzar algún suelo que me sostuviera para poder volver a ponerme de pie, pero mis pies no encontraron ninguno. Cada respiración se sentía como estar en el infierno, ya que, al inhalar solo agua, sentía una quemazón interna en todo el sistema respiratorio.

Si te QuEdAs conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora