Dorian trata de sobrevivir a todos los problemas que implica ser un adolescente emocionalmente inestable, los cuales lo han llevado a parar en el hospital durante varias semanas debido a una sobredosis accidental de pastillas. Una vez casi recuperad...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sol me golpeaba directamente en la cara, ya que se colaba por los pequeños espacios que la cortina no podía cubrir de la ventana de mi habitación, podía escuchar los regaños de mi madre a mi hermano por no recoger los juguetes esparcidos en el suelo mientras sentía una pesadez en el cuerpo que no me permitía levantarme. Mi cama absorbía mis deseos de despertar un día más.
Todo me estaba consumiendo y solo podía sentir el deseo de llorar, aunque no tuviera una razón concreta para hacerlo y, por más mal que pudiera sentirme, no me gustaba hablarlo ni con Sarah, ni con Arlen y mucho menos con Samuel. No quería, ni me gustaba que nadie preguntara qué me estaba pasando, ni siquiera quería que alguien supiera que me sentía mal de nuevo y menos que se dieran cuenta de que todo era provocado por mis sentimientos tontos hacia Samuel, los cuales me torturaban diariamente.
La única persona que empezaba a sospechar ante mi ligero cambio de actitud era Arlen, ya que era una de las pocas personas que podría decir que me conocían a la perfección y sabía cuándo algo me estaba sucediendo sin que yo tuviera que contárselo; era casi como si pudiera leerme el pensamiento, y eso me ponía la piel de gallina. Ella intentaba preguntarme discretamente si algo me sucedía después de encontrar una nota algo extraña que hablaba sobre lo mal que me sentía por amar a alguien que no correspondía a ese amor, entre las hojas de una de mis libretas. Por suerte, Arlen no tenía idea para quién era la nota, y cuando preguntó qué era aquella nota, simplemente le dije que había sido una tarea que me habían pedido para mi clase de literatura el año pasado. Ingenuamente, ella me creyó y no decidió hacer más preguntas.
Tal vez porque ya sabía que algo me estaba sucediendo o temía que volviera a recaer si profundizaba en el tema y descubría todo aquello que yo no quería mencionar.
Estaba luchando con mis ganas de no levantarme de la cama y los diez mil pensamientos diarios sobre Samuel y lo mucho que me gustaba, cuando tres mensajes llegaron a mi teléfono:
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hacía tiempo que no salía debido a la falta de ganas de hacer cosas, pero Arlen sabía que amaba subirme a las ruedas de la fortuna desde la secundaria, así que no pude decir que no, ante tal fascinación por saber cómo sería aquella rueda de la fortuna.