20. Soledad

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Una vez más, había estado al borde del beso de la dulce muerte

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Una vez más, había estado al borde del beso de la dulce muerte. 

Había sentido su respiración tan cerca de mí que estaba decidido a cruzar al otro lado con ella e ir a ese campo de flores donde podría recostarme con tranquilidad, inhalando los diferentes aromas de todas las flores que se esparcían alrededor de mi cuerpo cansado, tirado sobre ellas; cerrando mis ojos hasta que el agotamiento me venciera y terminara durmiéndome para siempre. Pero el universo y el destino me habían devuelto a la miserable vida que llevaba.

Mis ojos, cansados y tristes, deseaban a una persona, pero ya no era Samuel, sino Derian. Quería verlo y tenerlo junto a mí.

Despertar de mi sueño, tan cercano a la muerte, me había dejado con el corazón ansioso por volver a ver sus ojos serios. Pero mis ojos no encontraron los que quería ver, sino que se toparon con aquellos ojos color café claro que tenía tatuados en mi memoria, de tantas veces que los había contemplado antes. Una palabra salió de su boca con dificultad, como si el nerviosismo le impidiera mover la lengua adecuadamente para hablar.

—Hola. 

¿Cuántas veces había escuchado esa horrible palabra después de que destrozara mi corazón? Cada vez que la oía salir de su boca, era como si la misma herida vieja en el alma se abriera una y otra vez.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas una vez más. No podía escuchar su voz de nuevo, porque moriría de dolor en ese mismo instante si se atrevía a mencionar una sola palabra más, haciendo retumbar en mis oídos su voz débil y nerviosa. Me sentía molesto, pues acababa de despertar de la muerte, y lo único que podía decirme era un simple «Hola», como siempre, arrugando mis sentimientos por él como una hoja de papel y desechándolos, sin importarle mi integridad. Para él, yo siempre había sido un cuento mal contado.

Pero lo que más me dolía no era su cinismo al presentarse frente a mí a pesar de las circunstancias. Lo que me dolía era que mi mejor amigo había desaparecido, y no en ese momento, sino hacía demasiado tiempo, desde que aquel chico del que me había enamorado se había desvanecido de la faz de la tierra, haciéndose uno con ella. La persona que tenía enfrente ya no era ese chico amable y cariñoso, ahora era un completo desconocido, un desconocido que quería permanecer a mi lado a pesar de no sentir ni el más mínimo cosquilleo por mí.

Por eso mismo, sus palabras ya no tenían efecto en mí. Cuando mueres durante unos segundos por el veneno de un amor malogrado, ni las palabras más dulces del mundo pueden alcanzar tu corazón, mucho menos penetrarlo. Estaba decidido a terminar este juego, el juego que siempre le había divertido tanto. Y aunque lo amaba, no podía permitirme seguir soportando algo así, porque si lo hacía, la próxima vez la muerte no me daría otra oportunidad para regresar de ese sueño profundo que nos espera con entusiasmo a todos.

Cuando por fin salió de la habitación, quería levantarme de la cama, correr tras él, abrazarlo por la espalda y suplicarle que no me dejara, que me dijera lo mucho que me amaba y que haría todo lo que estuviera en sus manos para mantener este amor remendado con aguja e hilo. Pero estábamos tan destrozados que ya no quedaban más piezas de este amor desgastado para volver a unirlo.

Si te QuEdAs conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora