La culpa no desaparecía de mi ser; más bien, se hacía cada vez más grande con cada mirada y sonrisa que Derian intercambiaba conmigo. Parecía que me hipnotizaba con aquellos ojos serios y misteriosos, llenos de tristeza acumulada durante años.
Cada día que implicaba trabajar a su lado en la cafetería se sentía como un sufrimiento interminable, pues la culpa me carcomía el cerebro y comenzaba a escuchar la voz de Samuel en mis oídos reprochándome por sentir algo tan extraño con alguien que no fuera él. Era un sentimiento tan revuelto de cariño, misterio, culpa y tristeza que no podía discernir con claridad qué era lo que Derian provocaba en mí, pero aquel sentimiento era tan fuerte que me movía por completo, y por eso la culpa me torturaba diariamente.
Estar con Derian se sentía como una cálida mañana, donde los pájaros cantan alegremente y el sol entra por mi ventana, acariciándome suavemente en la cara, indicándome que tengo que despertarme.
Estaba tan atrapado y absorto por aquel sentimiento que crecía en mi estómago que, sin querer, comencé a percatarme de algunos detalles que me cautivaban por completo, pero que, debido a mi tormento por perder a Samuel, no había notado antes.
Observándolo durante horas, me percaté de que su cabello era de un tono café claro, tan claro que a menudo me perdía en la idea de que era del color de la miel, al igual que sus ojos. Descubrí que tiene un piercing en la nariz y en las orejas desde los catorce años, pero los oculta en el trabajo para no llamar la atención de los clientes, usa un collar del que cuelga un anillo de oro que esconde bajo su camisa. Incluso noté que lee libros de poesía en la cafetería a escondidas en sus tiempos libres y que a menudo se lleva sin permiso algunos panecillos de la cafetería a su casa, lo que me hace pensar si realmente come bien durante el día.
Pero sin duda, de todas las cosas que descubrí, hay una que raramente es mi favorita y reforzó este sentimiento confuso en mi ser.
Cuando el atardecer tiñe la cafetería con tonos anaranjados y rojizos, y mi atención se dirige a sentarme en una de las mesas para contemplar el atardecer por uno de los ventanales de la cafetería, puedo sentir su mirada fija en mí. Es una mirada que penetra mi espíritu y cuando termina de recorrer todo mi cuerpo, siento un cosquilleo que me eriza la piel. Terminando aquella sensación, me lleno de valor y me atrevo a mirarlo y lo veo, detrás de la barra, recostado sobre sus brazos, que casi ocultan por completo su rostro, dejándome a la vista solo sus ojos que me sonríen de alguna forma.
Y aunque sé que su rostro está serio debajo de esos brazos en los que reposa su cabeza, sus ojos no reflejan seriedad ni la frialdad que suelen mostrar normalmente; más bien, me sonríen con cariño, lo que hace que todo mi ser produzca una sonrisa nerviosa en mí, para que después Derian desvíe la mirada y cubra todo su rostro con sus brazos.
Todo aquello me hacía cuestionarme: ¿Qué es lo que realmente Derian me quería decir con aquellas miradas donde sonreía a mi alma? ¿Qué es lo que yo provocaba en él?
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Si te QuEdAs conmigo
Teen FictionDorian trata de sobrevivir a todos los problemas que implica ser un adolescente emocionalmente inestable, los cuales lo han llevado a parar en el hospital durante varias semanas debido a una sobredosis accidental de pastillas. Una vez casi recuperad...