07. El juguete favorito de Samuel

867 379 64
                                    

Odiaba con todo mi ser que Samuel hubiera sido tan obediente a lo que le había pedido en aquel mensaje de texto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Odiaba con todo mi ser que Samuel hubiera sido tan obediente a lo que le había pedido en aquel mensaje de texto.

Aunque sintiera rabia en el corazón por haber sido el juego favorito de Samuel en su patio lleno de juguetes, experimentaba una enorme tristeza creciendo en mi pecho, como si aplazara mis pulmones y casi me dejara sin aire. Y como ya era costumbre, volví a pasar horas frente a mi teléfono, esperando al menos alguna llamada, mensaje o, como mínimo, alguna notificación de que Samuel había subido alguna publicación en Instagram.

Aunque deseaba que Samuel me pidiera hablar de nuevo, sabía algo dentro de mi espíritu: no sabría bien de qué hablar con él, ya que me le había declarado sin obtener alguna respuesta sobre si el sentimiento era recíproco.

Me sentía perdido en el desierto, incapaz de pedir ayuda o comunicarme con alguien para expresar lo que tanto me mortificaba. Aunque Arlen y Sarah empezaron a hacer preguntas frecuentes como: ¿Dónde está Samuel? ¿Se han enfadado? ¿Qué ha pasado? Yo me limitaba a tocar el tema, cambiando siempre la conversación o repitiendo lo que había aprendido desde mi infancia: "No ha pasado nada"

Sabía perfectamente que ellas ya sospechaban que Samuel conocía mi secreto. Aunque nunca lo discutí con ellas, Sarah supo desde aquella reunión en su casa que algo sucedía entre nosotros. Y no dudó ni un segundo en que se lo haya contado a Arlen o que lo haya descubierto por sí misma, ya que conocía a la perfección a Samuel y, aún más, a mí, puesto que éramos mejores amigos desde la escuela secundaria.

Mi madre rara vez preguntaba por él. Después de que yo no abriera la puerta aquella tarde tras pelearme con Samuel, solo preguntó dos veces mientras desayunábamos juntos. Sin embargo, al notar cómo me enfadaba instantáneamente al tocar ese tema tan abrumador, simplemente dejó de preguntar. Lo cual agradecía inmensamente, ya que pensar en Samuel y lo que había pasado aquel día era algo de lo que abusaba. Mis pensamientos se centraban únicamente en ese suceso y en la inquietud que sentía al preguntarme por qué Samuel me ignoraba de nuevo, como si no significara nada para él.

Como de costumbre, comencé a autoengañarme a mí mismo, convenciéndome de que Samuel me ignoraba porque sentía algo por mí y no quería enfrentarlo. Tratando así de evitar pensar que él ya había dado vuelta a la página y me había dejado en el olvido sin sentir ningún remordimiento, porque yo jamás había sido importante para él. Me sentía patético por convencerme de tal estupidez, pero era lo único que podía hacer para mantener un poco la cordura y no caer en una crisis nerviosa.

Muy pocas veces, como ya lo había mencionado, veía a Samuel de lejos los jueves cuando Arlen y él cumplían su tradición de la hamburguesa. Sin embargo, poco a poco Samuel dejó de ir a la casa de Arlen. Incluso le mandaba las hamburguesas a domicilio para no tener que ir personalmente y encontrarse conmigo, evitando así cruzar miradas llenas de tensión y melancolía. Esto me hizo sentir devastado, pues era más que evidente que Samuel no quería volver a ver mi rostro lleno de lunares en ninguna circunstancia.

Si te QuEdAs conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora