11. Derian con D

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Resignación

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Resignación.

Resignarme era lo único que podía hacer y sentir después de darme cuenta de que el amor entre Samuel y yo simplemente no estaba bien. Esto se evidenciaba por todas las llamadas perdidas que dejé en el teléfono de Samuel al llegar a casa. Él nunca respondió a ninguna de ellas y, en algún momento de esa noche, supongo que su padre había apagado su teléfono para evitar que yo siguiera llamando.

Me dolía la espalda debido a la carga de pensar que el amor que sentíamos había generado una gran posibilidad de que no lo viera ni hoy, ni mañana, ni en un mes, o incluso nunca más. Pensar en la posibilidad tan grande de que ya no volvería a ver aquellos ojos marrones que brillaban con cada atardecer, aquel cabello medio ondulado que a veces cubría su mirada y esa sonrisa de lado que parecía ser casi perfecta, hacía que mi alma llorara con recelo.

Amaba tanto a Samuel que estaba seguro de que podría enfermar por su ausencia. Lo que más me quemaba el corazón era la culpa constante que sentía al pensar que si no lo hubiera besado en la fiesta, seguramente aún estaríamos juntos.

Los últimos meses había estado tan acostumbrado a tener a Samuel tan cerca de mí la mayoría del tiempo que ahora que no lo tenía cerca me sentía fragmentado e incompleto. Había generado cierta dependencia hacia Samuel, y a pesar de tener a Sarah y Arlen cerca intentando animarme al saber que Samuel nos sacaría de su vida, mi corazón no podía olvidar que faltaba el alma de Samuel para que yo pudiera sentirme tranquilo.

Mi comunicación con Arlen seguía siendo un poco distante, ya que se la pasaba preguntándome cómo me sentía o si sabía algo nuevo de Samuel de manera fría y a la vez amorosa. Aún rechazaba la idea de explicarme la razón por la cual quería alejarse de mí, pero la sentía tan cercana que mi corazón, adolorido por su "traición", se olvidaba de lo que había pasado entre nosotros.

Tras una intensa investigación, preguntando a todos los conocidos de Samuel y días llenos de esperanza al asistir a clases con la sensación de encontrarlo por uno de los pasillos, Sarah averiguó lo que le había sucedido. Resulta que su padre lo cambió de escuela en el primer instante en que todo esto ocurrió, y como consecuencia, lo envió a vivir con su abuela durante un tiempo indefinido. La abuela residía en otra ciudad, a cientos de kilómetros de aquí. Ninguno de nosotros sabía si Samuel regresaría a nuestras vidas, lo cual me sumió aún más en la tristeza y la soledad que ya sentía.

Los días desde que Samuel se había ido de la ciudad se volvieron lentos y melancólicos. Podía sentarme enfrente de la ventana con la mirada en blanco durante horas, y se sentía como si hubiera pasado tan solo un segundo. La mayoría del tiempo lo pasaba regresando de la escuela, encerrándome en mi habitación, poniendo música deprimente y llorando todo lo que restaba de mi día, añorando el regreso de Samuel. Incluso mi apetito desapareció por completo.

Pronto, llorar todo el día y no comer adecuadamente se convirtió en un círculo vicioso del cual no podía salir ni escapar. No quería comer, estaba demasiado deprimido como para sentir hambre, sueño y motivación para hacer cosas que antes disfrutaba. Poco a poco dejé de reunirme con Sarah y Arlen los fines de semana; solo podía pensar en una cosa todo el día: en Samuel y en lo mucho que lo extrañaba.

Si te QuEdAs conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora