Los meses habían pasado tan rápido como intentar sostener agua entre mis manos, lo cual me generaba un cierto sentimiento de nostalgia.
De nuevo estábamos entrando en esa época del año en la que las hojas de los árboles perdían todos sus vivos colores para tornarse en tonos anaranjados y marrones. La época en la que el viento empezaba a soplar, llenando la acera de la casa con un montón de hojas muertas.
Era el mes en el que faltaban tan solo dos semanas para el cumpleaños de Arlen, pero esta vez, ella y yo ya no éramos amigos como el año pasado, y mi nombre ya no estaba escrito en su lista de invitados. Nos habíamos distanciado desde mi terrible accidente en su auto, pero no fue por ella, sino por mí. Verla me recordaba el terrible vacío que sentía en el pecho cuando Samuel estaba en mi vida, un sentimiento que detestaba recordar. Así que, tanto Arlen como yo, habíamos decidido tomar caminos diferentes. De todas formas, pronto ella iría a la universidad y ambos seríamos tan solo dos adolescentes que, en alguna parte de su vida, compartieron momentos juntos, y nada más que eso, quedando en el fondo de nuestros recuerdos.
Con quien seguía en contacto era con Sarah, aunque ya no tan frecuentemente como meses atrás. Nuestra amistad era fuerte a pesar de la distancia que ambos habíamos tomado. Ella había hecho tantas cosas por mí que no podía sentir ninguna emoción negativa hacia ella; era de las pocas personas a quienes deseaba en mi vida para siempre.
El pasado me provocaba un sentimiento tan complejo y extraño que resultaba difícil recordar que, justo hace un año, faltaban solo dos semanas para mis dos peores y más grandes accidentes: conocer a Samuel y estar a punto de morir por una sobredosis de pastillas. No sabía cuál de los dos había sido peor, pero, sin duda, me generaba cierto terror recordar ambos sucesos.
Samuel llevaba meses desaparecido, sin dar señales de vida; habían pasado tantos días que finalmente habían olvidado su voz, su rostro, esa media sonrisa que asomaba cada vez que algo le causaba gracia y soltaba algún comentario sarcástico, y esos ojos castaños reflejados tras sus anteojos oscuros. Era como si hubiera muerto. Su familia había perdido el interés en buscarlo, ya que varios rumores empezaron a circular: decían que ellos mismos podrían estar relacionados con su desaparición, pues no parecían realmente preocupados por el bienestar de Samuel. Al inicio, la ciudad se había visto tapizada de carteles impresos con su rostro, pegados en cada rincón, pero el tiempo los borró con sus vientos fríos y despiadados, dejando a Samuel como un simple recuerdo en la memoria de unas pocas personas, quienes habían dejado de buscarlo hacía ya varias semanas.
Está muerto.
Solía pensar esto cuando la habitación estaba lo suficientemente silenciosa como para darme pie a sobre pensarlo. Pero cada vez que ese pensamiento entraba en mi mente como un intruso, tratando de hacerme sentir culpable, sacudía la cabeza, intentando apartarlo de inmediato. No quería envenenarme la conciencia imaginando que probablemente Samuel estaba muerto, y que la razón de su muerte era nuestro amorío inconcluso.
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Si te QuEdAs conmigo
Teen FictionDorian trata de sobrevivir a todos los problemas que implica ser un adolescente emocionalmente inestable, los cuales lo han llevado a parar en el hospital durante varias semanas debido a una sobredosis accidental de pastillas. Una vez casi recuperad...