Cap.19

131 18 20
                                    

-Vámonos a casa, te espera tu pequeña,- animaba Horacio al ruso mientras le ayudaba a vestirse, aún tenía puntos en su abdomen y tenía que tener cuidado, aunque habían pasado dos días desde la operación, tenía que guardar reposo.
-Tengo muchas ganas de verla fuera de este sitio, gracias por dejar que nos quedemos en tu casa, no puedo entrar todavía en la mía, hay muchas cosas de Katia y me cuesta verlas, es pronto- decía el mayor con un puchero.

Iba asimilando poco a poco que no vería nunca más a la chef, al día siguiente sería su entierro y todavía no procesaba su pérdida, Horacio no se movió de su lado en todo el tiempo, dejó su restaurante en manos de sus empleados quienes sabían bien como sacar el trabajo adelante y Greco cerró esa semana en señal de luto por lo sucedido ya que su personal no estaba en condiciones de asistir al trabajo.

-Podeis quedaros todo lo que necesites Viktor, mi casa es la vuestra además, sabes que te ayudaré y estaré contigo el día que quieras regresar a la tuya,- abrochaba la camisa del ruso sin darse cuenta de las lágrimas que éste dejaba recorrer su rostro.
-Gracias por todo, no sé cómo voy a salir adelante pero sé que será más fácil contigo a mi lado.-
-Ey, no digas eso, tienes una niña preciosa que te ayudará a superar poco a poco esto, y yo jamás volveré a irme de tu lado, te lo prometo.- secaba sus lágrimas.

Salieron del hospital, Greco los esperaba para llevarlos al hogar del de cresta donde esperaba Alanna con la niña, los dos iban montados en los asientos traseros y el peliplata dejaba reposar su cabeza en el hombro del menor mientras su mano era acariciada por este.

El camino fué silencioso, cuando llegaron, la ayudante sostenía a Nadia en sus brazos esperando a los chicos en el columpio del porche, se bajaron del coche y Horacio ayudó al mayor a subir los tres escalones hasta llegar donde se encontraba su pequeña la cual al verle, alzó sus bracitos en señal de que quería ser cargada por su padre al que reconoció al instante.

Horacio la cogió y se la entregó al cocinero con cuidado de no dañar su herida, éste la envolvió en un abrazo respirando su perfume y sonriendo al tenerla por fin con él en un ambiente más acogedor que el de esa fría habitación de hospital.

Entraron todos a la casa, Viktor se sentó en el sofá con su niña en brazos y comenzó a jugar con ella haciéndola reir y dejando un sinfín de besos por su rostro y manos recuperando el tiempo perdido ante la atenta mirada de sus amigos que juntaban sus cejas enternecidos ante tan bella imagen.

Un rato después, Alanna y Greco se dispusieron a preparar la cena, Horacio se ocupaba de bañar y dar de cenar a Nadia junto con Viktor y una vez la pequeña estuvo dormida en su cama, la cual habían traido el de barba y y la chica desde la casa del ruso junto con unas cuantas pertenencias de ambos, cenaron los cuatro en silencio pero en compañía, ayudando a que la atmósfera fuera agradable y tranquila.

Antes de marcharse, Greco llamó a Horacio y salieron de la casa, el de barba necesitaba de la ayuda del chico y se lo hizo saber.
-Horacio, lo que voy a pedirte es sumamente egoista pero no sé qué hacer,- comenzó a decir.
-Sabes que cuentas conmigo para todo lo que necesites, siempre te has portado muy bien y me has ayudado,-
-Con todo lo que ha pasado,- suspiró,- necesito que cuando vuelva a abrir el restaurante vuelvas. Sé que tienes tu propio negocio, que te va muy bien, que estás muy agusto y tranquilo allí pero, Viktor va a tardar en recuperarse y el personal está en horas bajas, solo tú puedes tomar los mandos y tirar del equipo con tu personalidad y fortaleza, sé que tú si puedes levantarles el ánimo, incluso a mí. Si hace falta mandaré personal a tu restaurante para que siga funcionando igual de bien que hasta ahora pero por favor, piénsalo, solo te pido que lo medites,- concluyó su petición.

El de cresta prometió que le daría unas vueltas al tema y que en unos dias le daría una respuesta a la proposición, Alanna salió, se despidieron y el chico volvió a la casa junto a Viktor quien le esperaba de pié en la entrada.

Érase una vez...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora