Pasaron unos meses desde que comenzaron con su nuevo proyecto, el restaurante siempre estaba lleno, trabajaban agusto entre los cuatro, sacaban el trabajo impecable y los comensales salían satisfechos de allí, Greco veía que las ganancias eran mayores, había hecho bien en confiar en aquella pareja que estaba llevando su negocio a lo más alto con mucho esfuerzo y dedicación.
Todo iba bien, al menos a ojos de los demás porque Horacio y Viktor pasaban por una crisis, en el trabajo se trataban bien, como si nada malo estuviera pasando entre ellos, incluso se daban algún que otro beso cuando acababan las largas jornadas de trabajo pero, cuando llegaban a casa, todo cambiaba.
Habían empezado a agobiarse mucho, el restaurante era grande con lo cual las responsabilidades eran mayores que en otro tipo de local más humilde, debían encargarse de muchas cosas aparte de cumplir con sus horas de trabajo más las horas extra revisando contratos, haciendo inventario y pagando facturas y aunque tenían ayuda del gestor de Greco, se les estaba haciendo muy cuesta arriba.
Cuando llegaban a casa muchos dias ni hablaban entre ellos, Viktor había ido a su casa a pasar varias noches y cuando se quedaba, dormían cada uno mirando al lado contrario de la cama, habían tenido algunas discusiones, tenían puntos de vista diferentes en cuanto a ciertas cosas del local y todo eso junto, había hecho mella e su relación.
Había dias en los que Horacio se iba antes a casa, cogía el autobús que para él se había convertido en su rato de tranquilidad, se ponía los cascos y pasaba el camino escuchando música, intentaba no pensar en nada y consideraba ese momento su vía de escape a la cruda realidad.
Viktor esos dias en los que su pareja se marchaba, se quedaba en el local haciendo papeleo y luego se quedaba más horas haciendo tiempo para que, cuando llegase a casa, su pareja ya estuviera dormida, así evitaba nuevas discusiones. A veces salía a dar un paseo o tomaba algo en algún local del centro.
Así pasó más de un año en el que ambos no querían dejar la relación pero sabían que tarde o temprano ese día llegaría si no solucionaban las cosas entre ellos, tenían esa opción o quedar como amigos y seguir trabajando juntos.
Viktor cada día volvía más tarde, había días en los que llegaba algo bebido y eso a Horacio le estaba empezando a preocupar, cuando quería hablar las cosas, el mayor no estaba en condiciones y cuando el peliplata quería, él estaba demasiado enfadado como para enfrentar una conversación tranquila.
Una de las noches en las que Horacio estaba en casa esperando para ver si Viktor volvía para hablar de una vez, éste llegó más bebido de lo normal, ni siquiera atinaba a abrir la puerta, el chico abrió y salió a buscarle, un taxi partía de vuelta a la ciudad y el cocinero se veía fatal, le ayudó a entrar y a sentarse en el sofá, lo tumbó como pudo y le quitó los zapatos.
Se sentó al lado de él, le miró, estaba mal y él lo sabía porque tambien estaba igual, le quería y le dolía verlo así. Volkov se quedó dormido, el chico le arropó con una manta y procedió a sacar sus cosas de los bolsillos para dejarlas en la mesa y así no le molestaran si se movía.
El móvil del ruso vibró, el chef lo miró para ver si era importante, aparecieron tres notificaciones de mensaje con el contacto K, él no quería invadir la privacidad de su pareja pero a estas alturas ya le daba igual, quería saber con quién pasaba las tardes últimamente y si él no se lo decía, lo averiguaría de esta manera.
La sorpresa que se llevó no fué buena al comprobar quién era la persona agendada con el nombre K, al abrir los mensajes apareció una conversación en la que también aparecía un selfie tomado unos dias antes, la chef rusa, Katia, salía en la foto con su novio, estaban en un bar y alzaban unas jarras con bebida, ambos muy sonrientes.

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Érase una vez...
De TodoHoracio cuenta un cuento a su hija, es la historia de como Viktor y él se conocieron y pasaron por muchas dificultades hasta poder acabar juntos. Presente y pasado entremezclados para llegar a un final...¿feliz?.