Al día siguiente Ágatha bajó a desayunar con ropa deportiva. Iba con leggins de leopardo, un polerón rosa neón y zapatillas para correr. La forma de vestir de Ágatha era muy llamativa, Henry pensaba que era un poco vulgar, pero aun así le costó disimular la mirada que le dio.
Luego de comer le dijo que iría a correr, así que él tomó uno de sus libros y se sentó en el sofá a leerlo. Comenzaba a sentirse cómodo en la casa nueva.
Ágatha regresó una hora después.
—Llamó mamá. Ya están en el aeropuerto, llegarán para el almuerzo —su ropa estaba empapada de sudor y su rostro mojado con gotitas transparentes—. Me iré a dar una ducha.
Henry se había quedado mudo. Se descompuso al saber que su padre llegaría tan pronto, no respondió nada, solo se quedó mirando el suelo fijamente.
—¿Estás bien? —preguntó Ágatha alarmada— Estás pálido.
—No es nada —dijo poniéndose de pie. Tomó su libro y subió a su habitación.
Lo había atacado la ansiedad. Sentía que el estómago le subía por la garganta. Era verdad que había empalidecido con la noticia que le dio Ágatha. No estaba preparado para ver a su padre aún. Estos días sin él habían sido un regalo. No había recibido llamadas suyas, tampoco mensajes y había podido conocer otras personas.
Cada vez que su padre llegaba de algún viaje él no sabía que esperar. No sabía si vendría de mal humor a causa de algún mal negocio o si habría tenido que despedir a alguien. Siempre había algo, y era con Henry con quien se descargaba.
Se arrepentía de no haber aprovechado mejor la semana que estuvo libre de su presencia. Podría haber salido, pero estaba tan acostumbrado al control de su padre que, aunque él no estuviera observándolo, siempre hacía lo que César esperaba de él.
En menos de dos horas Ágatha se asomó a su puerta.
—Henry, ya van a llegar. —ella estaba muy entusiasmada, claramente ansiaba ver a su madre y él sintió un poco de envidia.
Estaba sentado en la orilla de su cama abrazándose el estómago, era la única posición cómoda que consiguió.
—Vamos ¿qué te pasa? ¿te enfermaste? —parecía preocupada pero, ¿cómo podría confesarle lo mal que se ponía cada vez que veía a su padre? era como tener una bola de acero dentro del estómago. A pesar de que el día anterior se habían acercado un poco, aún no tenía tanta confianza con Ágatha como para contarle algo tan personal.
—Solo me siento un poco mal, bajaré cuando lleguen.
Ágatha lo miró con suspicacia, como si no le creyera, pero decidió dejarlo sólo.
Cuando César y Marlene llegaron, Ágatha y Henry los esperaron en la entrada de la casa. Ella saltaba de felicidad mientras los padres de ambos bajaban del auto, en cambió Henry esperaba junto a la puerta con la cabeza gacha.
Ágatha corrió a encontrarse con su madre y ambas se abrazaron como si llevaran meses sin verse. César se acercó para abrazar a Ágatha y le preguntó cómo había estado estos días sola. Luego avanzaron por el jardín hasta la puerta. César y Marlene estaban muy bronceados y se veían felices. Henry no reconocía a ese extraño. Al llegar a su lado Marlene abrazó a Henry afectuosamente y luego entró a la casa. Tras ella pasó su padre ignorándolo completamente.
Ágatha lo notó y se quedó observando a Henry por unos segundos. Él seguía cabizbajo junto a la puerta. Ella se dirigió al interior de la casa y al pasar por su lado le puso la mano sobre el hombro.
—Vamos adentro, es hora de comer. —Henry la miró con resignación y caminó tras ella.
Durante el almuerzo los recién casados contaron como había sido su semana. Marlene comentaba en detalle qué comieron y cada lugar que visitaron. Ágatha los oía con ilusión y hacía muchas preguntas que su madre con gusto respondía. Henry escuchaba en silencio y casi siempre mirando su plato. La entrada de su padre lo había afectado profundamente. Su intuición le decía que algo andaba mal.
ESTÁS LEYENDO
Resiliencia
Подростковая литература🥈2° Summer HEA edition awards 2022 (mención Mejor Escrita)/🥈2° Premios semanales editorial submarino/🥉3° Drama concurso Daher 2022 Henry, un solitario adolescente de clase alta, vive bajo el asfixiante control de su exigente padre. Él ya ha asum...