Cuando volvieron a casa escucharon que sus padres discutían en la sala, Ágatha le hizo una seña a Henry para que subieran y darles privacidad.
—¿Crees que mi madre lo perdone? —preguntó Ágatha desde la silla del escritorio de Henry.
—Es probable, llevan muy poco tiempo casados. —Henry estaba sentado sobre su cama con las piernas cruzadas, observando a Ágatha.
—Me decepcionaría saber que no ha aprendido nada. —giró en la silla, disimulando su preocupación.
—No sería su culpa, mi padre es muy bueno negociando. Además creo que sería lo mejor para todos.
—Hace unos meses no querías nada con esta familia. —le recordó Ágatha.
—Estaba equivocado. Lo admito. —reconoció levantando las manos.
Ese día Ágatha y Henry cenaron solos mientras sus padres seguían hablando en privado.
Los días siguientes Henry y Ágatha continuaron con su rutina, durante la mañana ella iba a la escuela y él se quedaba en casa, cuando Ágatha volvía salían juntos en su auto y unas horas más tarde regresaban a casa. Al volver a casa en las tardes sus padres siempre estaban discutiendo a puerta cerrada en la oficina de César. Prácticamente no los veían, y por lo mismo, no tenían ninguna pista de lo que resolverían.
Marlene había estado saliendo durante las mañanas y Henry no había coincidido con ella en las comidas para preguntarle cómo iba todo, aunque asumía que si tuviera algo que decirle ella buscaría el momento.
Ya comenzaba a disfrutar sus días sin escuela y sin ver a su padre, y como si César fuera adivino, el viernes durante la mañana Henry vio en su teléfono una llamada perdida de él. Se alegraba de no haber escuchado el teléfono porque no quería hablarle, pero tenía muy claro que su padre insistiría. Puso su teléfono en silencio y lo guardó en un cajón.
Aún no pasaba una semana desde la visita de la abuela y a Henry se le apretaba el estómago al pensar en hablar con él.
Más tarde mientras almorzaba, Marlene pasó por la cocina para avisarle que saldría de compras. En estos días Marlene no era lo que solía ser, Henry la veía distraída y menos arreglada de lo normal y tenía miedo de preguntarle cómo estaba. Ella buscó en su cartera las llaves de su auto y salió.
Unas horas más tarde mientras veía televisión en la sala oyó un auto llegar y asumió que sería Marlene. Ágatha no llegaría hasta dentro de una hora más. Siguió atento al televisor hasta que una voz grave le habló desde la puerta de la sala.
—Te llamé varias veces. —dijo su padre haciendo que Henry diera un brinco por la sorpresa.
Se enderezó rápidamente en el sofá, sabía que estaban solos en casa, sin contar a los empleados, pero esperaba que su padre no lo supiera. Al mirarlo a la cara se le revolvió el estómago. No lo había visto de frente desde el domingo, y lo asaltaron los recuerdos y el miedo de esa tarde.
—Tal vez ya no necesitas un teléfono. —supuso César mirándolo desde su posición con una expresión similar al desprecio.
Henry estaba mudo. Su padre lo había encontrado en una situación muy desfavorable. Se suponía que estaba en casa recuperándose, pero fue sorprendido recostado en el sofá buscando películas y sin atender su teléfono.
—Probablemente Marlene y yo nos divorciemos —continuó sin demostrar ningún tipo de emoción—. Si eso llega a suceder quiero que tengas claro que tú lo ocasionaste. Venderé esta casa y nos mudaremos. Pero tú no volverás conmigo. Haré que termines tu escuela en un internado. Tu abuela me recomendó algunos, estuve llamando y te recibirán de inmediato.
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Resiliencia
Teen Fiction🥈2° Summer HEA edition awards 2022 (mención Mejor Escrita)/🥈2° Premios semanales editorial submarino/🥉3° Drama concurso Daher 2022 Henry, un solitario adolescente de clase alta, vive bajo el asfixiante control de su exigente padre. Él ya ha asum...