El Esposo del Rey

Capítulo 13

Levi observó con un semblante dubitativo a su mejor guardia real, Carla Borchert, que estaba justo sentada frente a él. La imperial y barnizada mesa de madera de roble, que adornaba su despacho personal, los separaba. Esa habitación estaba dedicada a tener conversaciones con sus guardias, sobre los asuntos reales y económicos que atañesen a su reino.

La pelinegra tenía esa expresión tan despreocupada como siempre, y la rojiza marca de un enorme chupetón en su bronceado cuello.

—Como le iba diciendo, alteza... el clan Jaeger es muy peligroso. Usted bien sabe que siempre han sido enemigos de Paradis, a pesar de sus intentos de reconciliarse, siempre les acababan traicionando. Y, de hecho, ahora es un momento crucial. Debemos tener mucho cuidado con ellos.

—¿Y dónde dices que has oído que pretenden capturar a Eren? —Levi se inclinó hacia delante, jugueteando con el pincel que sostenía entre sus manos. Llevaba un buen rato anotando los datos nuevos que había recopilado la comandante.

—He ido de viaje últimamente por allí, camuflando mi rostro por supuesto. Se rumorea entre los pueblos del reino de Marley, que Grisha y su hermano Keith, pretenden secuestrar a su esposo, alteza. Creo que los motivos son más que obvios, desean hacerle enfurecer, y cuestionar su poder ante su pueblo. Quieren humillarle. Para luego evitar que su prima, tome lo que le pertenece.

Carla le había mentido descaradamente al emperador. Ni si quiera le había revelado la relación de Eren con los Jaeger, ni que Grisha era el padre del omega de cabellos castaños. De hecho, ni siquiera sabía que su esposo había sido fruto de la unión de Carla, con ese hombre al que habían calificado como un peligroso enemigo, después de filtrarse en el reino. Y es que, la omega simplemente quería eliminar al hombre que le destrozó la vida.

Había oído, más de una vez, entre los pueblitos del reino enemigo en los que Levi nunca ponía un pie, debido a la cercanía del enemigo, que Keith pretendía casarse con Eren, para preservar el trono, pero sobre Grisha no había oído ninguna mala intención. Pero, aún así, Carla estaba seguro de que ese hombre al que una vez amó, era un tipo cruel y malvado, que probablemente estaba planeando algo terrible.

Así que había tenido que inventarse, o más bien suponer, sin ningún tipo de prueba fehaciente, que Grisha era un enemigo tan peligroso como Keith. Y es que Carla estaba deseando hablar con Eren, quería confesarle quién era realmente, y poder abrazarle, como su madre.

Levi no iba a dudar de su mejor guardia. Estaba feliz de que estuviese tan entregado en su labor, y que siempre buscase la manera de proteger a Eren. De hecho, sentía que era hasta casi más protector que él. Le había dicho al rey, que su omega no debería salir en una temporada a la ciudad, ya que los Jaeger podrían estar por allí y aprovechar para hacer su próximo movimiento.

—Espero que ni se les ocurra intentarlo. No me apetece tener nada que ver con esos jodidos cerdos. —Carla esbozó una amplia sonrisa, sabía que su pequeño Eren estaba en buenas manos, y que Levi no permitiría que nadie lo lastimase.

Es más, la omega había acertado completamente con el rey. Ella le había hablado de Eren, le había dicho que en un pequeño pueblo campestre, rodeado de montañas, vivía el omega más hermoso del reino. Y por la forma de hablar tan mágica de Carla, el rey no pudo evitar sentir curiosidad por ese chico, del que, nada más verlo, supo que su búsqueda se había terminado. Carla siempre supo dónde estaba su pequeño, porque Grisha le había entregado a un hombre desconocido a su pequeño bebé, frente a sus propias narices, y jamás iba a perdonarle por eso.

Carla siempre visitó secretamente a Eren, observándole tropezar, levantarse y crecer.

Era consciente de que su clan no destacaba precisamente por la fuerza, si no por la inteligencia, algo que no llamó nunca la atención de los Jaeger, ya que todos ellos, eran realmente fuertes, incluso los omegas. Aparte de que ellos consideran a todos lo del reino demonios de sangre sucia. Sin embargo, su clan tenía algo que los demás no: una belleza increíble, superior a la de cualquiera. Su pequeño había heredado la fuerza de su padre, y la belleza de su clan, probablemente el niño más bonito que había visto, y, además, con el paso del tiempo, Carla se percató de lo avispado que era su bebé.