Capítulo 33

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Después de varios días, unos cuantos intentos fallidos con extraños burbujeantes brebajes y muchas, muchas lágrimas y angustia arraigada en el pecho, Eren por fin abrió los ojos.

Como era de esperar, el castaño despertó sumergido en una terrible confusión. Lo último que recordaba era haberse caído por las escaleras, y el resto de la noche estaba borroso. Cada vez que intentaba recordar algo, tratando de rellenar los huecos de las lagunas mentales, su cabeza sufría unos pinchazos dolorosos, impidiéndole reconstruir el puzle que conformaba su rota memoria.

Se giró pesadamente sobre la cama, y para su desconcierto, se percató de que no estaba su esposo. La persona que parecía haber estado cuidando de él, era su madre. Cosa que no le extrañó demasiado.

—Eren, cielo... por fin despertaste. —Las lágrimas de Carla empaparon las mejillas del nombrado. Tan pronto como vio un ápice de vida en su hijo, la pelinegra se había lanzado a abrazarlo.

—Me duele la cabeza... —Susurró, escondiéndose entre los brazos de su madre. —¿Qué ha pasado, mamá? Y... ¿Dónde está Levi? —La ansiedad de Eren creció, al no sentir el aroma de su esposo, impregnado en su almohada.

—Tranquilo, pequeño. Él está bien, solo está descansando un poco. Y... respecto a lo que pasó, unos días atrás te desmayaste y caíste por la escalera, en el palacio de la princesa Hitch.

Ese nombre le provocó algo extraño en el pecho, una terrible presión y ganas de llorar. Pero, lo atribuyó a la falta de la cercanía de su esposo.

—¿Y mi bebé? —Instintivamente, cubrió su vientre, tratando de asegurarse de que todo andaba bien con su pequeño.

—Está bien, no te preocupes. Te han revisado varias veces, y han concluido que cuando caíste, seguramente protegiste tu abdomen. Salvaste a tu bebé, Eren. —Satoru esbozó una sonrisita, cargada de orgullo.

El omega sentía demasiadas emociones contradictorias en ese momento. No recordaba nada de lo ocurrido.

—Ya veo... —Eren se sintió aliviado, e intentó levantarse de la cama, pero fue una pésima idea. Se mareó de inmediato.

—Oye, no hagas eso. Tienes que quedarte en cama. La curandera ha ido a la ciudad, fue a buscar hierbas para preparar un remedio, porque nada funcionaba... pero se alegrará de saber que el último sí que sirvió, después de todo.

¿La curandera?

El castaño sentía que llevaba una eternidad dormido, y que por alguna razón se había perdido muchas cosas. El omega hizo caso omiso a las palabras de su madre, que se veía muy preocupada por él. Se levantó, apoyando la palma de su mano en la mesita de noche, rozando sus dedos con una templada taza medio vacía, que contenía una especie de té de hierbas.

—Necesito ver a Levi, mamá. Por favor... no siento su olor. Me encuentro mal, todo me da vueltas y quiero calmarme. Quiero saber si está bien, me preocupa mucho... —Los ojos suplicantes de su hijo le provocaron lástima a Carla.

Ella sabía que su pequeño no debería ir a ver al rey en ese estado. Más de medio día se lo pasaba durmiendo, y bastante decaído. La gente pensaba que seguramente estuviera atravesando una gran depresión, después de lo sucedido con su esposo. Pero, la verdad distaba mucho de las creencias de los sirvientes y guardias del palacio. Nadie sospechaba que esto era parte del plan de Furlan.

Por otra parte, la omega de cabellos negros tenía el deber de comunicarle a Ackerman que su esposo había despertado. Pero, ¿cómo podía hacer algo así? Ninguno de los dos debía levantarse de la cama.

Aunque Eren no tenía tan mal aspecto, se veía triste por no tener al azabache al lado. Tal vez, si él iba a hacerle compañía a su esposo, la condición del alfa empezaría a mejorar paulatinamente.

El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora