Capítulo 29

603 58 8
                                    

Grisha llevaba un buen rato preocupado. Normalmente; a esas horas, Carla solía entrar a sus aposentos, para preguntarle algo relacionado a su investigación, y hacerle compañía, últimamente habían vuelto a ser amigos; disfrutaban de conversaciones largas, como en los viejos tiempos. Decidió cerrar el libro que estaba leyendo, marcando la página por la que lo había dejado, y salió del cuarto.

Aunque el aroma de Carla fuera muy débil, el alfa era capaz de sentirlo e identificarlo. Caminó por los pasillos, siguiendo su olor, hasta que llegó a dónde se concentraba.

Cuando vio a su niño; llorando en el suelo, en brazos de su madre, sintió la rabia apoderarse de él. A paso rápido, y con un creciente enfado, se acercó a su familia, agachándose frente a ellos.

—¿Qué ha pasado? —Grisha acarició la cabeza de su hijo, y este ladeó un poco la cara, en dirección a su padre.

—No lo sé. —Susurró Carla. —Entré y lo encontré así. Creo que ha sido cosa de su "amigo" de la infancia.

La omega se giró a mirar a Reiner.

Este había tenido la osadía de quedarse allí. Ver a Eren llorar, tan destrozado, por alguna razón, lo hacía sentir mejor. Como si su corazón herido fuera sanando poco a poco, con las lágrimas del castaño.

Grisha se levantó bruscamente, para encarar a ese tipo que había hecho llorar a su niño. Se acercó, y se crujió los nudillos, de forma intimidante. El aroma del alfa de cabellos castaños se volvió tan intimidante, que Carla se vio en la obligación de abrazar más a su desconsolado niño, para que no se asustara.

Sin embargo, antes de que Jaeger pudiera hacer algo, todos los allí presentes sintieron cómo el aroma del alfa se disipaba, de manera inmediata. Había un olor mucho más fuerte y agresivo.

Un aroma a menta.

Eren no sintió miedo, sino que se calmó un poco. Levantó su triste mirada, encontrándose con los ojos de su esposo. Brillaban con ira, y amenazaban con matar allí mismo a Reiner. El castaño, se levantó torpemente, apoyándose en su madre, quien lo ayudó a ponerse en pie.

Las piernas le flaquearon al ver al rey. Intentó caminar hasta él, pero Levi le había ahorrado el trabajo. Para cuando él había dado dos pasos, su esposo ya estaba abrazándolo, con una preocupación abrumadora. Inspiró profundamente su aroma, dejándose llevar por la tranquilidad que le generaba estar en los brazos de Ackerman.

Durante unos minutos, el azabache se quedó así, en silencio. No cuestionó nada, no interrogó a Eren, ni buscó explicaciones. A través de la marca, experimentaba la terrible tristeza que sentía el otro. El alfa se concentró en calmarlo, en hacerle saber que, fuera lo que fuera; a lo que le tuviera miedo, él se encargaría. Este sintió que, en los brazos de su esposo, nada malo podría sucederle.

—Carla, Grisha. —Mencionó los nombres de sus suegros con una determinación tan grande que provocó que ambos clavaran su mirada en él, a la vez. —Necesito que se lleven a Eren a su habitación.

El mencionado miró con ojos tristes a su esposo.

—Yo iré luego, tranquilo. —El rey acarició las coloradas mejillas del castaño.

Los padres del omega se acercaron, ambos lo tomaron de la mano. Le dedicaron unas sonrisas cargadas de amor y apoyo, y este se sintió un poco mejor. Contempló a su esposo antes de abandonar la sala. No opuso resistencia, realmente no quería estar allí, y necesitaba esconderse bajo el manto de seguridad que le causaba su nido. Esperaría por Levi, y le contaría todo lo ocurrido. No podía seguir así.

Una vez el rey se quedó solo con el otro alfa, caminó hasta él con una frialdad tan cruda como el invierno.

—Reiner Braun. —Pronunció su nombre como si fuera el del diablo. —No te voy a preguntar el motivo de por qué has hecho llorar a mi omega, porque no hay ninguna puta justificación para algo así.

El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora