Capítulo 37

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Los meses en el calendario pasaban volando. Antes de que se dieran cuenta, el otoño ya había besado los árboles, coloreando las hojas de naranja, rojo y marrón.

El embarazo de Eren pasó de igual forma, ya le quedaba muy poco para dar a luz. Su vientre estaba enorme, y tanto él como su círculo más cercano, estaban radiantes de felicidad.

El castaño dio un sorbo a la taza de té de menta que calentaba sus manos. Observó un poco extrañado a sus amigos, Bertolt y Marco, que habían venido a visitarlo sorpresivamente, al palacio. No había tenido noticias del beta en todo este tiempo.

En cambio, Marco había venido a visitarlo en más de una ocasión, y le había presentado a su pareja, Jean Kirschtein.

Había resultado ser un guardia real de su esposo, para su asombro. Y su mayor sorpresa fue cuando el alfa le mostró su más sincera disculpa al omega de cabellos castaños, por haberse involucrado en el plan de Reiner, para ayudarlo a colarse en la casa de verano. Por supuesto, Eren aceptó sus disculpas, y Levi no se lo tuvo en cuenta, al ver su enorme arrepentimiento.

El lloriqueo del bebé de Bott sobresaltó un poco a Eren, ya que estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos. Recientemente, esa pareja había adoptado a un pequeño niño huérfano, a pesar de poder tener hijos biológicos, decidieron acoger a ese bebé que había sido abandonado en la puerta de su casa, a ninguno le importaba que no fuera de su sangre ellos lo amaban como propio y aun cuando tuvieran sus propios hijos sería igual.

Era un bebé muy bonito, un niño rubio, de ojos color miel, y de tez dorada. De mejillas redondas y sonrojadas, y, sobre todo, muy pequeñito y regordete.

—Tranquilo, Kai... —Susurró el omega de pecas, meciendo al desconsolado niño.

Marco le acercó un pequeño gatito de felpa, que siempre llevaba encima, y automáticamente, el bebé se calmó, en sus brazos. Con una mano el niño sujetaba al muñeco, y la otra la mordisqueaba, babeándola, mientras balbuceaba en su idioma de bebé.

—Es un niño precioso. —Eren esbozó una sonrisa. —No me canso de decírtelo. —El castaño acarició su vientre, pensando en su bebé, al que le quedaba muy poco para nacer. —Espero que se lleve genial con el mío.

—Por supuesto que sí. —Bott acomodó la mantita en la que había envuelto a su pequeño bebé. —Serán grandes amigos.

—O novios. —Añadió Bertolt, que llevaba un buen rato callado, provocando que Eren contuviese una pequeña risa. Marco abrazó con recelo a su bebé, era muy pequeño para pensar en esas cosas.

Eren volvió a tomar un poco de té, y luego aclaró su voz.

—No me malinterpreten, me encanta que vengan a verme, pero... ¿Por qué tan repentino? Bueno, sobre todo lo de Bertolt. Hace casi un año que no te veo, desde que me fui del pueblo.

El mencionado suspiró, un poco triste.

—He estado en un viaje muy largo. Las cosas... no salieron bien, y necesitaba irme. —Marco ya había avisado a Eren de la situación del beta. —Además, he venido porque... hay algo que me está matando, y me hace sentir muy mal. Es algo que no te he contado, y quería disculparme contigo.

Eren le prestó atención, mientras cubría sus piernas con la mantita de lana azul que su madre y él habían tejido, semanas atrás.

—Mira, Eren. Voy a ser directo, como siempre lo he sido. —El pelinegro tomó aire. —Yo... me acosté con Reiner. Fue hace mucho, y solo pasó una vez. Después de que te marchaste al palacio, él se sentía muy triste, y yo había estado enamorado de él. Estaba en su celo, y... —Bertolt cubrió su rostro, dominado por la ansiedad. —Perdóname, no intento restarle importancia. Solo quería decirte que estoy muy arrepentido. No sé qué me pasó, supongo que me dejé llevar por la desesperación, y...

El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora