Capítulo 23

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Levi levantó cuidadosamente el bronceado brazo del omega, quien estaba tumbado en la cama de su nueva habitación, en la casa de verano. Tomó entre sus manos el termómetro que había dejado bajo su brazo, unos minutos atrás, y revisó su temperatura.

—Treinta y nueve de fiebre. Me lo temía. —El azabache suspiró y acarició la castaña cabellera del de ojos verdes, que no tenía muy buen aspecto.

—Estoy bien... —Eren estornudó, cubriendo su nariz con un pañuelo que tenía a mano. A Levi le pareció demasiado adorable. —No quiero quedarme en cama...

El menor hizo un puchero, con los ojos llorosos, y se cruzó de brazos. Su voz sonaba un poco afónica, la garganta le dolía mucho.

Ackerman sonrió, y se sentó en la orilla de la cama, con el termómetro de mercurio entre sus manos. Lo dejó en la mesita de noche, y tomó la mano de su esposo, dejando un beso en esta. Las mejillas del castaño se volvieron aún más rojas, y no por la fiebre.

—Tienes que descansar, precioso. Voy a buscar un paño húmedo. Luego le preguntaré sobre la aldea más cercana, para comprar medicinas.

—Quiero ir contigo, no me dejes solo... —Eren se incorporó un poco, y se aferró al brazo del rey, tirando con suavidad de él. —Por favor...

El omega parpadeó varias veces, demostrando el encanto de sus rizadas pestañas.

—No voy a irme a ninguna parte, solo voy a buscarte el paño. Le pediré a uno de los sirvientes que vaya a comprar. Te prometí que no volvería a irme. —El azabache acarició la mejilla del castaño, que poco a poco se estaba relajando.

Finalmente, el de verdes ojos cedió, permitiendo a Levi irse por un momento, al cuarto de baño que estaba en la misma habitación.

Nada más pisar el palacio, Eren se había desmayado, debido a la fiebre que se había adueñado de su cuerpo. Erwin y Grisha intentaron mantener calmados a Carla y Levi, explicándoles que era lógico que el omega hubiese pescado un resfriado, ya que había salido a caminar con ropa muy ligera, por culpa de la tradición.

Levi se había ocupado de él, dejándolo en la nueva habitación que compartirían. Le había cambiado de ropa, poniéndole un ancho y suave pijama, de una tela ligera. El pijama era una larga camisa del alfa, ya que allí no tenía la ropa del castaño.

Cuando el omega despertó, llegó a la conclusión de que no le gustaba mucho la casa de verano. Escuchaba voces desconocidas por el pasillo, y ya estaba acostumbrado a los sirvientes del palacio. Aparte siempre veía como una joven de ojos verdes y pelo castaño rojizo se le acercaba mucho a Levi, eso ponía celoso al omega.

Extrañaba tanto a Armin, él era irremplazable y tenía demasiadas ganas de volver para hablar con el joven, sobre aquello que no pudieron el día que lo atraparon.

Levi no tardó demasiado en volver del baño. Se acercó a su esposo, dejando el húmedo trozo de tela sobre su frente; con mucho cuidado. Eren dejó escapar un suspiro de alivio, y cerró los ojos, agradeciendo el frío en su cabeza.

—¿Puedes decirle a Carla... que me traiga chocolate? Me apetece mucho... —Con los ojos cerrados, Eren trató de buscar la mano de su esposo. Este le facilitó la tarea, y atrapó la mano del castaño.

—Se lo diré. —Sonrió, acariciándole el dorso de la mano con su pulgar.

—Gracias y... —Eren tomó aire por la boca, le costaba respirar un poco, por su congestionada nariz. —Perdona por haberme resfriado, yo... tenía muchas ganas de volver a verte, y estoy estropeando el momen...

Ackerman no lo dejó terminar. Colocó el dedo índice en los labios del omega, para que dejase de disculparse por cosas así. Además, El castaño debía guardar silencio, su garganta le dolía mucho, y no debía forzar la voz.

El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora