Capítulo 38

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Una preciosa niña de cabellos castaños descansaba en el acaramelado pecho de su mamá. Tenía sus pequeñas manos cerradas en puños, y sus pestañas eran tan largas, que se quedaban pegadas y le impedían abrir sus ojitos.

Eren acarició la cabeza de su pequeña. A su lado, estaba Levi, besando su mano libre, una y otra vez. El castaño estaba totalmente agotado, el parto había sido más largo de lo normal, porque habían tenido alguna que otra complicación. Pero, el apoyo de Levi fue más que suficiente. Aunque, había echado en falta a sus papás allí, dándole ánimos también.

El sonriente omega volvió a mirar a su pequeña niña.

No podía negarlo: era hija de Levi Ackerman. Tenía los ojos de su padre, una mezcla entre grises y azules, con pequeños destellos verdes. Había heredado los preciosos y peculiares ojos, así como la nívea piel del alfa.

—Lo has hecho genial, pequeño. —Levi besó los labios del omega, y se quedó mirando a su pequeña bebé, muy embobado. La niña era bastante mofletuda, y tenía su mejilla pegada al pecho de su mamá, buscando sentir los latidos de su corazón.

—Gracias... —Susurró, dejando escapar una sonrisa tonta.

Levi se tumbó en la cama, llena de peluches y mantas, junto a su omega. Lo envolvió con sus brazos, para dejar su aroma tanto en él, como en la bebé. Eren se acomodó un poco en él, apoyando su cabeza en el pecho del rey.

—Es muy pequeñita, mira sus manos. —Comentó el azabache, lleno de ilusión e incapaz de dejar de sonreír. —¿Ya sabes qué nombre le vas a poner?

El castaño lo había decidido desde hacía un tiempo atrás, pero no se lo había dicho a nadie.

—Sí. Hanae me gusta mucho, significa florecer. —Eren sobó su cachete contra el pecho de su alfa, dejando también su olor en él.

—Es un nombre precioso. Pensaba que ibas a ponerle Carla, o algo así, en honor a tu madre. —Se burló de él, y Eren mordió con suavidad su hombro, a modo de respuesta, jugando.

—Idiota. —Susurró, sonriendo. —Entonces... mi bebé se llamará así. —Clamó con determinación.

—Hanae es un nombre bonito para una reina.

El castaño puchereó.

—Aún falta mucho para eso. —Meció un poco a su bebé, que estaba moviendo sus bracitos.

Levi le enseñó la lengua, a modo de burla. Observó a la bebé, que se veía un poco inquieta.

—¿Quieres cargarla? —Eren se incorporó un poco, pero entonces se fijó que la niña se removía más.

—Creo que tiene hambre. —Comentó Levi, observando a la niña. —Luego la cargaré.

Eren se subió la camisa, dejando su pecho al descubierto. Desde el embarazo, se le había hinchado un poco, y había ganado mucha sensibilidad. A veces le dolía, e incluso lloraba de lo intenso que era el punzante dolor.

Acercó a la pequeña a su pecho, y esta apoyó una de sus pequeñas manos en el pecho de su mamá. Se veía muy pacífica, mientras su madre le estaba dando el pecho.

Levi se quedó mirándolos, le hacía gracia ver cómo las blancas mejillas de su niña se coloreaban, por la leche. Cuando la niña se quedó satisfecha, apartó la cara y se quedó con una somnolienta expresión muy calmada.

Eren meció a la niña, tarareando una nana, para que se durmiera antes, ya que la notaba cansada. Pero, al parecer, la nana también surtió efecto para Levi, que había caído rendido junto a la niña. El castaño sonrió, negando con la cabeza.

El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora