El Esposo del Rey

Capítulo 34

Eren carraspeó nerviosamente mientras contemplaba el paisaje por la ventana del carruaje. La repetitiva monotonía de los árboles provocó que su vista se clavara en algo distinto, concretamente en el enorme saco que había frente a él, que contenía algo que formaba parte del plan.

Había sido un poco difícil salir del palacio, pero lo habían logrado. Varias habían sido las personas que habían interrogado a Furlan por el pesado baúl tan misterioso que estaba arrastrando al exterior del palacio.

Sin embargo, como sabía mentir bien, cualquier pretexto encajaba. Hablaba con demasiada seguridad, y eso siempre tranquilizaba a la gente, y las liberaba de todo tipo de sospechas.

Eren volvió a repasar mentalmente el plan, por cuarta vez.

Le daba mucho miedo si las cosas resultaban mal. Pero, la seguridad con la que Furlan le había hablado, le tranquilizaba. Todo saldría bien, todo iba a salir bien. Tenía que pensar en positivo, porque ya no podía echarse atrás.

El castaño cerró los ojos, masajeando su sien, tratando de liberar la tensión que sentía en ese momento. ¿Cómo estaría Levi? ¿Habría notado ya su ausencia?

El de cabellos claros interrumpió sus pensamientos, provocando que se sobresaltara.

—Estamos llegando, Eren. —Furlan se quedó mirándolo fijamente. —¿Recuerdas todo el plan?

—Sí. —Eren llevó una mano a su pecho, y respiró de forma agitada. —También recuerdo los consejos que me diste... sobre manipulación. —El castaño colocó un mechón suelto tras su oreja, con los ojitos llorosos. Tenía mucho miedo, pero debía ser valiente. Esta vez quería ser él quien salvase a todos, y no al revés.

—Entonces, que empiece la función.

Eren afirmó con la cabeza y tomó aire, llenando sus pulmones. Se dejó caer sobre Furlan, y cerró los ojos, entreabriendo los labios. Tenía que parecer que lo habían sedado, y que estaba tranquilo. Debía mantener las apariencias y no crear sospechas que pusieran en entredicho su actuación.

El carruaje se detuvo frente a la fachada del palacio de los Jaeger. Allí había un par de guardias, custodiando la entrada, como perros, para que ningún intruso se colara en el palacio. Al ser conscientes de que habían llegado, los dos alfas se acercaron para ver de quién se trataba.

Furlan llevaba su rostro oculto, bajo la máscara con marcas de tigre, ya que los Jaeger no sabían de su identidad, y quería que siguiera siendo un misterio para ellos.

—Buenas noches. —El alfa de cabellos claros observó a los guardias. —Vengo a ver a Keith Jaeger. He logrado capturar a Eren. —La seriedad en el tono de Furlan, llenaban sus palabras de credibilidad.

—Vaya... es impresionante que lo hayas podido traer de vuelta. —Los guardias intercambiaron miradas de asombro. —Oh. ¿Y ese saco? ¿Qué es? —Preguntó con recelo el tipo.

Eren sintió terror internamente ante la pregunta.

—Cuando encontré a Eren, estaba en un pueblecito. Ya sabes, la primavera es época de festivales y mercadillos nocturnos. Estaba comprando un par de cosas para unos conocidos míos, y de repente lo vi solo. En un momento de despiste y confusión, logré llevarme al chico por la fuerza. No pensaba dejar mis cosas, por supuesto. Soy lo suficientemente fuerte como para llevar dos cargas.

Desde la primera vez que había visitado ese reino, todos los Jaeger coincidían en que Furlan era alguien realmente peculiar, pero parecía hablar con la sinceridad en su puño. Así que, no le dieron importancia a su historia. Lo único que importaba era que Eren estaba ahí, y Keith sería el líder del reino, definitivamente.