Capítulo 2

1.8K 198 16
                                    




Estaba sentado entre sus piernas. Sus brazos descansaban en mi cintura y su nariz rozaba mi cuello. Me gustaría permanecer así por siempre. Me sentía seguro y en calma. La briza movía mi cabello, las estrellas y la luna iluminaban la noche.

Reiner Braun, mi vecino favorito, me había ayudado a salir por la ventana de mi habitación. Me libero de la tristeza, al menos momentáneamente.

Desde que había salido de mi habitación, las lágrimas no desistían de caer en silencio. Él me dejo desahogarme. Limitándose únicamente a abrazarme. Susurrándome al oído, palabras que lentamente rompían mi corazón. Porque sabía que nunca más podría estar junto a él. Todas nuestras promesas se habían visto rotas en cuestión de minutos.

Los dos éramos conscientes; de que esto iba a suceder tarde o temprano, pero aun así nos ilusionamos. Nos enamoramos.

—Eren, ahora si me contaras qué pasa —Dijo al ver que ya estaba un poco más calmado; Dejando un camino de besos en mi cuello.

Solté un sonoro suspiro, volteando a verlo. Pero al hacerlo un sollozo escapo de mis labios.

—Hey, mi amor tranquilo, estoy aquí —Soltó, dirigiendo su mano a mi mejilla dando pequeñas caricias. —Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿Qué pasa?

Mi pecho dolía, pose mi vista es sus labios; Mi mano se movió por si sola. Delineé y repase el contorno, de sus labios para luego acercarme y plantarle un beso, probablemente el último que le daría, se sentía como una despedida. Más lágrimas caían de mis ojos, colándose en el beso. Empezó como algo suave, cargado de emociones, para luego volverse algo más salvaje, e instintivo.

Cuando nos separamos pude ver tristeza en su mirada.

—El rey ha venido a visitarme. —Solté una gran bocanada de aire, apartándome lentamente del abrazo en el que nos encontrábamos. —Quiere que me case con él... lo siento tanto, Reiner –Musité en un hilo de voz. —Perdóname.

Pude ver como negaba. Sus ojos se llenaron de desesperación, para luego inundarse en lágrimas. Su olor a madera y eucalipto, estaba agrio: por la tristeza.

Aparte la mirada, apretando mis labios. Reiner había sido mi primer y único amor. El hombre al que amo, al que amaría por siempre. Es dos años mayor que yo. Nos habíamos estado viendo a escondidas desde que tenia quince. Cuatro años de relación donde solo el bosque fue testigo de todos los besos y caricias que nos profesamos entre el silencio de los árboles. Nunca pasó nada más, nunca se entregó a él porque el rubio quería esperar a que fuera formal y regalarle un momento especial, único.

Y ahora todo eso era una simple ilusión.

── ━━━━━━ ━━━━━━ ──

Siempre hablaron de formalizar su relación, casarse. Pero, Reiner nunca tuvo el valor de pedir la mano de Eren a su madre. Y era una lástima, porque quería pasar toda la vida a su lado. Quería cortejarlo, llevarle dulces, flores o piedrecitas verdes, como sus ojos. Paso a paso y sin prisa. Hasta que llegase el día en el que pudiese gritarle a todos que ese omega era suyo y que ningún humano sobre la tierra, ni ningún dios que reinase los cielos iban a ser capaces de negar que Eren le pertenecía exclusivamente a él.

Pero, la madre de Eren no quería dulces ni flores para su niño. Quería dinero, tierras, joyas, excesos. Porque un niño tan precioso como él no merecía menos, merecía el mundo. Siempre les había recalcado a todos los vecinos del pueblo que su niño era tan encantador, tan bonito, tan perfecto que lograría casarse con algún general o quizás con algún terrateniente de importante renombre. O con suerte, igual con algún miembro de la nobleza.

Y Reiner lo sabía, siempre supo que esto podría pasar, que podrían comprometer a su omega. Pero, en ese caso, si fuera con un comerciante o con un general no sería tan difícil escapar juntos.

Sin embargo, las cosas se torcieron, se le dificultaron. Nunca pensó que el hombre que reclamase a Eren fuese ni más ni menos que el temidísimo rey.

—Reiner, no quiero casarme con él.

No le dejo contestar, se apoyó en sus hombros, se puso de puntillas y rozó sus labios. Estalló contra ellos. Deslizó las manos por su pecho, el beso se volvió cada vez más necesario, más desesperado. Reiner le apretó la cintura, suspiró y tuvieron que separarse muy despacio.

—Eren, mi vida... —Coloca un mechón tras mi oreja, mirándome a escasos centímetros de mi rostro. Ese beso había sido un jarrón de agua congelada. Me iba a ser tan difícil dejarlo ir. —¿Sabes que eres lo que más quiero en este mundo? Por eso... necesito que vayas con él. Si desobedeces... podría hacerte daño, a tu madre, a tus amigos...

—No es justo. —Frunzo el ceño, apartando la cara de él. Apoyó mis manos contra su pecho, empujándole con suavidad, deshaciendo el abrazo. —Pienso escaparme de ese maldito cabrón. Voy a hacer de su vida un infierno. Levi se va a arrepentir de haberme escogido como su esposo. Pienso conseguir que me odie.

Reiner deja escapar una amarga risa. Supongo que le es difícil tomarme enserio, cuando mis ojos están llenos de lágrimas, mi nariz roja y mis mejillas sonrojada.

—No dudo de tus habilidades. —La sonrisa triste se transforma en una mueca ciertamente difícil de descifrar. —Pero, no hagas ninguna tontería, por favor...

Me se separó completamente de él. Duele estar cerca de él, tener que seguir así sabiendo que tengo que dejarlo. Me duele que no me hayan dejado estar con el amor de mi vida. Pero, no

No

Esto no va ser fácil ni para mí, ni para ti Levi.

Estoy dispuesto a acabarte, a vivir mi vida. No voy a permitir que nadie quiera arrebatarme mi libertad.

── ━━━━━━ ━━━━━━ ──

Pero, en medio de toda esa rebeldía, de ese espíritu combativo y esas intenciones de luchar por la libertad de amar, había algo que lo carcomía. Algo que lo molestaba, algo que lo llevaba inquietando desde hacía un rato.

¿Por qué el olor de su querido Reiner no le resultaba tan tranquilizador como siempre? ¿Por qué aquel olor a madera y eucalipto que le siempre le pareció embriagador había quedado reducido a una fragancia más?

¿Por qué el olor de su querido Reiner no le resultaba tan tranquilizador como siempre? ¿Por qué aquel olor a madera y eucalipto que le siempre le pareció embriagador había quedado reducido a una fragancia más?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Esposo del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora