7. Conexión.

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      Si la vida podía ser lo que tu quisieras que fuera entonces Jiyong pensaba que debería replantearse exactamente qué era lo que quería en su vida, porque esa noche pudo dormir sin tener pensamientos de angustia o frustración por lo que era su entorno, aunque había mentido al dueño de la casa, por ende también a su hijo porque inventar que por no pagar la renta no podía entrar a su casa era algo estúpido, pero era esa estupidez lo que le había dado la oportunidad de quedarse esos días que necesitaba. 


       Porque ya había hablado con Seunghyun de eso cuando se tropezaron por la mañana al intentar ir a la cocina al mismo tiempo, un tropiezo que le agrado porque más allá de sentirse incómodo por cómo habían ocurrido las cosas, en realidad le agradaba y aquello estaba calándose muy dentro de su pecho porque se daba cuenta de que ese tipo de ambiente era el que quería para su día a día, es decir, rodearse de buenas energías, personas que no lo juzgaran y que por el contrario hicieran de la vida un chiste para disfrutarla, porque a veces vivir tan acelerados nos hacia evitar que disfrutemos los pequeños momentos, esos que quizás no vuelven a repetirse. 


       Con esa última idea en mente, Jiyong ayudó a Seunghyun a preparar el desayuno, prometiéndole que prepararía los más deliciosos sándwich como agradecimiento y que además quizás podría hacer la cena esos días y encargarse de algunas cosas necesarias como pago por permitirle quedarse. 


      En su pequeña hora a solas con Choi descubrió que el hombre de hecho no era tan adicto al trabajo como la corbata y los trajes podían hacer parecer, pero tampoco era de las personas que pensaban en quedarse quietos y por ello estaba ahí, metiendo sus manos entre los cortes de queso que Jiyong pensaba hacer por él mismo para el sándwich pero que terminó haciéndolo Seunghyun. Jiyong sintió que no solo Asahi se había convertido en su pequeño héroe sino que su padre también.


—¡JIYONG! no puedo creer que este ogro te dejó quedarte. —Asahi apareció en la cocina con su uniforme escolar, cabello desarreglado y la mochila colgándole de un hombro. De inmediato tomó asiento en el banco frente al pequeño mesón donde se cortan los alimentos y sonrió. 

—Así es, tuve un buen regaño de una hora y me quedaré en la habitación de huéspedes. —Jiyong le sonrió a su pequeño amigo mientras colocaba los panes en la tostadora. 

—También te dejaré hacer algo, Asahi. —Interrumpió Seunghyun, quien aun tenía el cuchillo en manos por cortar los quesos. Alzó la mirada y observó el rostro de su hijo, quien estaba a punto de interrumpirlo, quizás por presentir lo que le iba a decir. —Tienes mi permiso incondicional y la gran oportunidad para hacer todas las tareas adicionales de casa durante dos semanas. ¡¿Qué tal?! El mejor padre del mundo. 

—Oye no, Seunghyun. —Interrumpió Jiyong de inmediato, sintiéndose culpable por lo que estaba causando al adolescente que a ciencia cierta no tenía la culpa del todo. —Esto es mi culpa. Él no hizo nada, no tienes que castigarlo así. 

—Él tomó la decisión Jiyong, así que no puedo dejar que se libre fácilmente. —Seunghyun se giró dedicándole su mirada penetrante a Jiyong, quien encogió los hombros, sobresaltándose cuando el bit de la tostadora sonó. 

—Pero... —Jiyong intentó hablar nuevamente pero se sorprendió cuando Seunghyun dio un paso y estiró su brazo por sobre el hombro de Jiyong. Ese hombre estaba demasiado cerca un abrir y cerrar de ojos, tan cerca que el aroma de la colonia impregnada en las solapas de su camisa se colaron por las fosas de Jiyong. El corazón se le detuvo.

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