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—¡Tom!¡Tom!

La voz sonaba cada vez más cerca y los pasos resonaban en el suelo, pero Tom Riddle seguía haciendo oídos sordos a la persona que se acercaba corriendo detrás de él.

Estaba enfrascado en los mismos pasajes de siempre de Historia de Hogwarts. Sus ojos oscuros pasaban una y otra vez por las hojas de los primeros capítulos, especialmente por la historia de lo ocurrido con el fundador de su casa.

Lo sentía extrañamente familiar y así día tras día pasaba más horas de las que debería con ese libro que ni siquiera era suyo.

Aún así, sus notas y sus modales eran perfectos y solo se había permitido rebelarse y mostrarse cruel con una persona en todo el colegio que no lo hubiese atacado previamente. Regina Greengrass.

Ella había sido hasta el momento la única persona con la cual se había relacionado y había supuesto un reto para su paciencia. Desde el primer día en el tren...

—¡Tom!¡Tom!—volvió a escuchar, esta vez tan cerca de él que no pudo evitarlo.

—¿Qué quieres?—preguntó, con una tranquilidad que Regina hubiese clasificado de perturbadora, pero que Alphard Black aceptó sin pensárselo dos veces.

—Es sobre pociones otra vez. Pensaba que podrías ayudarme de nuevo...—le "suplicó" él, entre comillas, ya que lo cierto era que en caso de que Tom se negara él llamaría a su hermana mayor, que cursaba el último curso, para que le ayudara a darle un buen rapapolvo.

Tom, por su parte, pensaba que era un interesado, pero le daba bastante igual, así que se levantó y con pasó rápido fue caminando hacia su sala común.

Black lo siguió como un perrito faldero, aprovechando esos meses de provecho antes de que se fuera su hermana mayor.

Al llegar a la sala común Tom subió a su habitación y bajó poco después, dándole sus deberes a Alphard.

—¿No me vas a ayudar a entenderlo?

Si hubiese sido por Tom le hubiera echado alguna clase de maldición, pero mantuvo la compostura y evadió la petición de una manera bastante elegante.

—Hoy no puedo. Iba a ir enseguida a la biblioteca a dejar este libro—señaló el tomo de Historia de Hogwarts con el que siempre iba cargado.

Sin darle tiempo a contestar al otro desapareció de la sala común y comenzó a subir pisos, ocho en concreto, desde las mazmorras hasta el séptimo.

Allí entró en la sala de los menesteres, que para ese día había decidido tomar la forma de una gigantesca biblioteca con libros sobre las grandes familias mágicas.

Eso había sido producto de su alma, que se empeñaba en descubrir más cosas sobre el mundo en el que vivía y más importante aún, sobre quién había sido su padre. Había descartado ya la idea de una posible ascendencia mágica por la parte materna, debido al hecho de que esta había muerto cuando él apenas acababa de nacer, así que el mago tenía que haber sido su padre.

Le resultaba inconcebible la idea de que ambos progenitores pudieran ser muggles.

օɾíցҽղҽs: LA SALA DE LOS MENESTERES // Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora