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La teoría de Regina resultó ser cierta y a pesar de estar separados por casas, el grupito siguió unido.

Dentro de Ravenclaw se hizo amiga de un chico más, llamado Blaise Witchwood. Coincidía con Regina en gustos y juntos investigaron hasta el último rincon de Hogwarts. A un par de semanas de Navidad ambos niños recorrian el séptimo piso del castillo. Eran más de las nueve y si los pillaban se meterían en un lio gordo.

Caminaban juntos por un largo pasillo sin aparentemente puertas. Apuntando hacia el este había una larga hilera de ventanas arqueadas que dejaban entrar la luz plateada de la luna.

Regina la observaba ensimismada, tanto que sin darse cuenta tropezó y cayó estrepitosamente al suelo. El director Dippet debía de andar cerca de allí, porque se oyó su voz, proveniente de la esquina más cercana.

Blaise ahogó un gritó y ayudó a Regina a levantarse. Ambos echaron a correr rápidamente hacia la esquina contraria aunque sin la certeza de que fueran a conseguirlo. Al mismo tiempo la voz de Dippet se acercaba más y más. Los habrían atrapado sino...hubiera aparecido un gran porton en la pared.

Sin ni siquiera pensarlo Blaise lo abrió y entró, arrastrando a Regina tras él. Nada más entrar la puerta desapareció tras ellos.

—Estamos atrapados—susurró Blaise, con los ojos clavados en la pared donde antes había una puerta.

Regina ni le contestó. Ni siquiera lo había escuchado. Estaba demasiado impresionada con la increíble habitación que acababan de descubrir. Era gigantesca y aun así apenas había espacio para moverse, de tantos montones de objetos variopintos que la llenaban. Estaban en la sala de los menesteres.

Blaise, al darse cuenta de que su amiga no le había ni escuchado, se giró para llamar su atención y quedó igualmente hechizado por la belleza de aquella sala.

Se olvidó al instante de que estaban atrapados allí y comenzó a caminar entre tantos montones de objetos extravagantes y antiguos, en algunos casos de siglos de antigüedad.

Regina lo siguió y juntos comenzaron a probar los curiosos objetos que habían por allí.

A Regina ninguno le interesó en especial, hasta que encontró una bonita diadema plateada, con el emblema de Ravenclaw, un halcón.

Fue a probarsela, pero no llegó a hacerlo. Ante un hechizo la embistió.

Con una mirada de odio presente en sus ojos Tom Riddle se acercó a ella.

Petrificus Totalus...

Con éste hechizo Regina estuvo inmovilizada en un momento.

—¡¿Qué haces en mi sala?!—preguntó Tom, con voz enfadada—¡Es mi sala!¿Entiendes?

Regina quería contestarle y decirle que esa sala no era suya, pero tan solo podía mirarlo con todo el odio del mundo, inmovilizada como estaba.

Blaise apareció en ese momento. Jadeaba, como si hubiese corrido mucho.

—¡Desmaius!

De la varita de Tom surgió un rayo de luz verde que impactó en el pecho de Blaise, dejándolo inconsciente.

Tras esto se acercó a Regina y volvió a repetir el hechizo.

Después utilizó un hechizo desmemorizador que los dejó allí sin saber que había pasado.

Volvió a su sala común.

Tachán! Ha aparecido la sala de los menesteres.

օɾíցҽղҽs: LA SALA DE LOS MENESTERES // Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora