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Durante los siguientes días no volvió a tocar una escoba. El miedo a liarla se había apoderado de ella y no se atrevería a subirse de nuevo en una.

La víspera del final del periodo vacacional la familia volvió a viajar hasta Londres para tomar el tren en el andén nueve y tres cuartos.

Regina se lo había pasado muy bien esos días, pero si tenía ciertas ganas de volver, en parte porque comenzaba a sentir a Hogwarts como una parte de su corazón y en parte porque pensamientos intrusivos le recordaban lo ocurrido con la sala de los menesteres y Tom Riddle.

La historia no había acabado precisamente bien y esperaba conseguir lograr un final alternativo donde al menos no tendría a Tom Riddle en contra.

Estaba totalmente segura de que ahora, tras las palabras de desconfianza que le había transmitido en su último encuentro, él la odiaba y después de lo que le podía haber ocurrido a Blaise en esa misma situación, no quería ser ella ahora la posible víctima.

Además y aunque le costase admitirlo más incluso que sostenerse encima de una escoba sin temblar, Tom Riddle le parecía interesante.

Era inteligente, ingenioso y muy perspicaz, los rasgos propios de Ravenclaw, pero sin embargo había acabado en Slytherin.

Ese hecho hubiera estado justificado de haber provenido de uno de los sagrados veintiocho, como si que provenía ella, por ejemplo, pero tampoco. El apellido Riddle sonaba a mestizaje, si no es que era hijo de muggles. ¿Entonces por qué estab en Slytherin?¿Lo había elegido el por voluntad propia? O era el heredero, como decía su diario. No, prefería descartar esa posibilidad, aunque era consciente de que eso no era muy inteligente por su parte.

Al no encontrar respuesta, Regina apartó esos pensamientos de su cabeza y rompió su aislamiento, que había iniciado nada más subir al tren, tras encerrarse en un vagón a solas.

Salió de allí y comenzó a andar por el tren, buscando alguien con quien juntarse, que resultó ser al final Lina, que se encontraba jugando a la ajedrez mágica contra el tablero.

Ella estaba en posesión de las piezas blancas y cada vez que realizaba un movimiento, las piezas negras realizaban otro.

Al verla tan concentrada, Regina no quiso molestar y se quedó observando desde la puerta como se desarrollaba la partida, que acabó en una aplastante derrota para su amiga.

—¡Jolines!¡Siempre igual! Podrías dejarte ganar aunque sea una vez, ¿sabes?

Regina no pudo evitar reír al ver el enfado de su amiga con el objeto mágico y su risa sonó cristalina dentro del vagón, lo que llamó la atención de Lina.

—¡Hola!—la saludó risueña.

—Hola—le devolvió el saludo Regina—¿Quieres jugar conmigo? Creo que así tendrás bastantes más posibilidades de ganar...

Lina asintió efusivamente y la invitó a sentarse, mientras que las piezas de ajedrez se colocaban otra vez en sus puestos para ser jugadas.

Lina obtuvo otra vez las piezas blancas y Regina las negras, de modo que empezó la partida la primera.

Estuvieron un rato jugando tranquilamente, hasta que cuando la partida parecía estar a punto de terminar, Blaise Witchwood apareció asomando una corta cabellera por la puerta.

օɾíցҽղҽs: LA SALA DE LOS MENESTERES // Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora