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Tensión.

Eso es lo que se sintió en la sala común de Slytherin cuando Tom se levantó y apuntando hacia Alphard Black lanzó una maldición desconocida, que lo hizo retorcerse de dolor en el suelo.

Riddle la había leído hacia ya tiempo en un libro de la biblioteca y aunque había fantaseado mucho por utilizarla nunca se había atrevido.

Hasta ese día.

Por un momento todos se quedaron callados, pero después varios alumnos sacaron sus varitas y apuntando hacia Tom lanzaron maldiciones varias, encabezados por Walburga.

Riddle se escurrió como pudo entre brazos y piernas, saliendo de su sala común a toda velocidad.

Corrió un par de minutos sin mirar atrás, para esconderse después detrás de una columna, jadeando.

Bien. No había nadie.

Pensando donde ir buscó su sala de siempre.

En realidad no tenía ganas de ir allí, pero como posiblemente su jefe de casa estuviera buscándolo, era el lugar más seguro en el cual se podía resguardar.

Permaneció todo el largo camino hasta la sala en constante tensión, aunque no pasó nada, al menos antes de llegar al séptimo piso.

Poco antes de girar la esquina del pasillo de la sala oyó una serie de voces que conversaban entre sí.

—Regina. Tenemos que volver otro día, enserio. Creo que no me lo había pasado tan bien nunca—dijo una voz firme.

Blaise Witchwood.

—Me alegro por ti, de verdad, pero no tengo claro hasta qué punto podemos pasearnos por aquí. Estoy segura de que hay más alumnos que la utilizan. —contestó una voz mucho más insegura.

Regina Greengrass.

Ambos amigos siguieron conversando y sus voces se fueron haciendo cada vez más potentes, lo cual le indicó a Tom que se acercaban a él.

Buscando donde esconderse, corrió pasillo abajo, en busca de una clase vacía o cualquier lugar. Unos diez metros más allá había una puerta y Tom se lanzó sobre ella, intentando abrirla.

Estaba cerrada.

¡Alohomora!

Un momento después se oyó como el cerrojo cedía y deslizándose entre la puerta y la pared cerró un instante antes de que el grupo de amigos girara la esquina.

—Riddle visita la sala, ¿verdad?

—Sí y es precisamente por eso por lo que no deberíamos de pasearnos con tanta frecuencia por allí, ya que él también merece creer que tiene su secreto a salvo.

Tom identificó la segunda voz como la de Regina, pero la primera resultó desconocida para él.

En realidad no le importaba quien fuera, sino a cuántas personas les había revelado el secreto Regina.

Por mucho que le costase admitirlo, confiaba en que la chica se hubiese quedado callada respecto a la sala, aunque no le hubiese jurado nada.

Pensó sus últimas palabras.
"Él también merece creer que tiene su secreto a salvo"
Y tanto que se lo merecía.

Deseó nunca haberle lanzado esa maldición a Alphard Black y mucho menos haber subido allí.

Con el corazón en el puño salió de aquella habitación y corriendo de nuevo fue a ver al director Dippet, con tal de evitar recibir un castigo por lo que había hecho.

օɾíցҽղҽs: LA SALA DE LOS MENESTERES // Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora