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Después de la trampa de Tom Riddle, Blaise y Regina estuvieron castigados un par de semanas, teniendo que limpiar todos los baños del castillo sin magia.

Regina sabía que ese castigo había sido por culpa de Tom Riddle. No tenía pruebas, pero tampoco dudas.

Lo último que recordaba era pasear con Blaise por el pasillo del séptimo piso. Los rayos de luz de luna la embriagan. Ahí el recuerdo se perdía y lo próximo que recordaba era despertar en una sala en la cual no había estado nunca.

Así pues, para delatar a Tom Riddle, no se le ocurrió mejor idea que preguntarle al propio Tom.

Este se pasaba prácticamente todo el día en la biblioteca, intentando memorizar toda materia escrita que hubiese en el ella y no le fue muy difícil encontrarlo.

Regina tenía que hacer una redacción para historia de la magia. Con la excusa cogió un libro sobre el temario que estaban dando en ese momento y se puso a leer enfrente de Tom.

Tenía pensado un plan para hacerle llegar una nota a través de magia. Había encantado previamente una notita, que se retorcía en su mano, deseosa de ser liberada. Nada más abrir la mano volaría hasta la mano de Tom.

Al final no hizo falta. Nada más sentarse Regina, Tom se levantó, cerró su libro y le dijo en un tono quizás demasiado alto.

—Ven.

Sin darle tiempo para reaccionar devolvió su libro al estante correspondiente y salió.
Regina hizo lo mismo.

—Me has descubierto—sentenció Tom nada más verla.

—Sí y no.

—¿Cómo que sí y no?¿A qué te refieres?

—No tengo pruebas de que tú fuiste el que provocó que nos castigarán a Blaise y a mi, pero tampoco tengo dudas de ello.

Tom negó con la cabeza.

—Entonces te quedas igual.

Fue a entrar a la biblioteca, pero Regina le estiró del brazo y se lo impidió.

—¿A dónde te crees que vas?¿Fuiste tú o no?

—Fui yo—contestó, intentando zafarse, aunque sin éxito.

—Te entregarás, ¿entonces?

—No—dijo, intentando zafarse de nuevo.

Esta vez lo consiguió y entró de nuevo en la biblioteca, a seguir estudiando.

—Encontraré esa sala, Riddle.—susurró Regina, antes de dar media vuelta y volver a su sala común a contarselo todo a Lina y Blaise.

—¿Qué tal te ha ido?—preguntó Blaise.

—Relativamente bien—contestó Regina—Me ha confirmado que es su culpa que nos castigaran, pero no me ha dado información sobre lo que hizo ni sobre la sala donde nos despertamos.

—¿Y si en vez de buscar a Riddle buscáis la sala? ¿Os acordáis de donde estaba?—propuso Lina, levantando momentáneamente la vista del libro que estaba leyendo.

—Lina tiene razón—confirmó Regina—Podríamos ir al séptimo piso a ver qué encontramos por allí.

—Ya estuve mirando y no hay nada. Creo que sí leyéramos ese estúpido diario que lleva siempre encima sería mucho más fácil.—rebatió Blaise—Incluso creo que esa sala es falsa y fue creada solo para perder tiempo y que nos castigaran.

օɾíցҽղҽs: LA SALA DE LOS MENESTERES // Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora