Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ XIV

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Retrocedí mientras trataba de soltarme, pero él me siguió a través del umbral. La sonrisa no abandonó sus labios ni un solo instante. Le aparté la mano de un golpe y me encaré con él, tratando de que no se me notara lo alarmado que estaba.

Me sentía como atrapado en una pesadilla. Lo primero que pensé fue que aquello no podía ser real, pero el miedo, la furia y la impotencia zumbaban en torno a mí como un enjambre de insectos, y aquella sensación me era demasiado familiar. Había sido mi realidad cotidiana durante casi dos años.

Brian tenía un aspecto magnífico, bronceado y en forma, aunque me pareció que pesaba un poco más que cuando estábamos casados. La nueva redondez de su cara le confería ese aire juvenil que luego va desentonando cada vez más conforme pasan los años. Pero en conjunto parecía el vivo retrato del hombre responsable, que ha sabido sentar cabeza y se gana muy bien la vida.

Sólo alguien que lo conociera como yo sabría que dentro llevaba un monstruo.

—Quiero que te vayas, Brian.

Él soltó una risita perpleja, como si no viera ninguna razón para que yo lo hiciera objeto de un recibimiento tan hostil.

—Por Dios, Soo. Hace meses que no te veo, ¿y eso es lo primero que se te ocurre decirme?

—No te he invitado a venir aquí. ¿Cómo has sabido en qué apartamento vivo? ¿Cómo te las has arreglado para saltarte al conserje? —Charlie nunca dejaba entrar a las personas que no residían en el edificio sin haberse asegurado de que estaban autorizadas a subir.

—Averigüé dónde trabajas y fui allí. Estuve hablando con tu jefa Ye-ji, y ella me dijo que vives en el edificio. Me dio el número de tu apartamento y me dijo que subiera directamente. Una mujer encantadora, por cierto. Se ofreció a enseñarme la ciudad.

—En el fondo os parecéis mucho —dije lacónicamente. ¡Dichosa Ye-ji! Con todo lo que había llegado a contarle sobre mi pasado, a esas alturas ya debería tener muy claro que mi ex marido y yo no habíamos quedado en muy buenos términos. Aunque pensándolo bien, tampoco era de extrañar que aprovechara cualquier ocasión de complicarme la vida.

Brian avanzó un paso más.

— ¿Qué quieres? —pregunté, al tiempo que retrocedía ante él.

—Sólo ver cómo estás y saludarte. Tengo pendiente una entrevista laboral para un puesto en una compañía aseguradora. Necesitan alguien entendido en peritajes. Estoy seguro de que conseguiré el puesto, porque soy justo la clase de tío que andan buscando.

¿Iba a acudir a una entrevista laboral para un empleo en Houston? Me entraron náuseas sólo de pensarlo. Una ciudad con dos millones de habitantes seguía sin ser lo bastante grande para que me sintiera capaz de compartirla con mi ex marido.

—Los planes que puedas haber hecho para tu carrera no me interesan —dije, tratando de impedir que me temblara la voz—. Tú y yo ya no tenemos nada que ver el uno con el otro. —Di un par de pasos hacia el teléfono—. Vete, o tendré que llamar a los de seguridad.

—Ya estamos otra vez con el drama —murmuró Brian, poniendo los ojos en blanco—. He venido a hacerte un favor, Soo, y si me dejaras hablar para...

—KyungSoo —le espeté.

Él sacudió la cabeza, como si estuviese ante un niño pequeño enrabietado.

—Vale. Dios... Tengo unas cuantas cosas que son de tu propiedad. Me gustaría devolvértelas.

_ ¿Qué cosas?

—Pues por ejemplo una gabardina, un maletín... y aquella pulsera con los colgantitos de la suerte que te dejó tu tía Yeo-jin.

Yo le había pedido a mi abogado que solicitara la devolución de la pulsera, y Brian había respondido que no tenía ni idea de adónde había ido a parar. Yo sabía que no era así, naturalmente. Pero la posibilidad de recuperarla me produjo una punzada de nostalgia. Aquel pedacito de mi pasado significaba mucho para mí.

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora