Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ VI

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La gente se apretujaba detrás de mí, intentando atraer la atención del camarero que atendía aquella sección de la barra. Temí que no iba a tardar en verme pisoteado. Con un murmullo, Chanyeol me ofreció su taburete y me ayudó a encaramarme. Yo estaba demasiado aturdido para protestar. El asiento aún conservaba su calor y olor corporal. Se quedó de pie con una mano apoyada en la barra, la otra en el respaldo del taburete, resguardándome. Atrapándome.

Chanyeol Park estaba más esbelto de cómo lo recordaba, un poco más curtido, templado por la madurez. Aquel aspecto de hombre experimentado le sentaba muy bien, sobre todo porque en el fondo de aquellos ojos tan azules seguía acechando una peligrosa invitación al peligro. El aura de seguridad masculina que irradiaba era mil veces más poderosa que la de un alfa meramente guapo. Unos rasgos perfectos pueden dejarte frío, pero aquella clase de carisma sexy iba directamente a tus rodillas. No me cabía duda de que todos los omegas del bar habrían estado babeando por él.

De hecho, justo más allá del contorno de su hombro, vi cómo una rubia de piernas larguísimas del taburete contiguo me lanzaba una mirada asesina. Yo acababa de tropezar, literalmente, con el momento culminante de su conversación.

—Señorito Doh —dijo Chanyeol, y me miró como si no acabara de creer que yo estuviese ahí—. Perdón, quiero decir señor Nam.

—No; soy... Mi apellido vuelve a ser Doh. —Me di cuenta de que estaba balbuceando, así que decidí dejarme de rodeos—: Estoy divorciado.

Su expresión no cambió salvo por un leve agrandamiento de los ojos. Cogió su copa y la apuró de un trago. Cuando su mirada volvió a cruzarse con la mía, pareció estar observando los rincones más recónditos de mi ser. Me sonrojé, y el recuerdo de la bodega de vinos me vino nuevamente a la memoria.

La rubia no dejaba de observarme con cara de pocos amigos. Agité la mano en un gesto que no quería decir nada y farfullé:

—Siento haberlos interrumpido. No era mi intención... Por favor, sigan con su... Encantado de volver a verlo, señor...

—Chanyeol. No interrumpe nada. No estamos juntos. —Giró la cabeza para mirar por encima del hombro, en un movimiento que hizo que la iluminación del bar se reflejara sobre las capas de su reluciente pelo castaño—. Disculpa —le dijo a la omega—, tengo que ponerme al día con un viejo amigo.

—Claro —dijo ella con una sonrisa llena de hoyuelos.

Chanyeol se volvió hacia mí, y el rostro de la mujer cambió. Si las miradas pudieran matar, la que me lanzó entonces debería haberme fulminado en el acto.

—No le voy a quitar el sitio —dije, empezando a bajar del taburete—. Iba a salir a la calle. Pero esto está tan lleno de gente que...

Sentí un nudo en la garganta cuando mis piernas rozaron las de él, y me apresuré a volver a acomodarme en el taburete.

—Espere un poco —dijo Chanyeol—. Pronto empezará a despejarse. —Le hizo una seña al barman, que se acercó con milagrosa presteza.

— ¿Sí, señor Park?

Chanyeol me miró y levantó una ceja.

— ¿Qué va a tomar?

Habría querido decirle que tenía que irme, pero lo que salió de mis labios fue:

—Un Dr. Pepper, por favor.

—Un Dr. Pepper... con ración extra de cerezas —le dijo él al barman.

— ¿Cómo ha sabido que me chiflan las cerezas al marrasquino? —pregunté sorprendido.

La boca de él se curvó en una lenta sonrisa mostrando ese bonito hoyuelo. Por un instante me olvidé de cómo se hace para respirar.

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora