Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ XX

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Cuando te encuentras repentinamente en una situación peligrosa, tu cerebro se escinde en dos partes: la que se dedica a experimentar la situación, y la que se mantiene en un segundo plano y trata de entender qué está sucediendo. Y esas partes no tienen por qué compartir información. Así que tardé unos segundos en ser consciente de lo que estaba diciendo Brian.

No puedes ignorarme, puto. No puedes darme con la puerta en las narices si quiero verte.

Quería dejarme claro que no había nada que estuviera fuera de su alcance. También quería demostrarme que él siempre podría más que yo.

La boca se me había quedado reseca y el rostro se perlaba de sudor.

—Sí —dije con voz ahogada—. No cabe duda de que has encontrado una manera de verme. ¿Cómo te las has arreglado? No puedes haber adivinado la combinación de la cerradura.

—Usé una tarjeta canceladora.

Cada apartamento del edificio disponía de dos tarjetas canceladoras, por si se producía alguna emergencia, o alguien olvidaba su código del teclado de la cerradura. Una estaba depositada en una habitación detrás del mostrador del conserje; la otra estaba guardada bajo llave en el despacho de la administración.

—Te la dio Ye-ji —dije con incredulidad. Eso era ilegal, algo denunciable ante los tribunales. ¿Tanto me odiaba que estaba dispuesta a correr el riesgo de acabar en la cárcel sólo para hacerme pagar que la hubieran despedido? Aparentemente sí.

—Le dije que necesitaba pasar por aquí para devolverte unas cosas.

—Bueno, pues ya me las has devuelto —dije con un hilo de voz—. Gracias por la pulsera. Pero no hacía falta que trajeras la pistola, Brian.

—Me has estado ignorando...

—Lo siento.

—... tratándome como si yo no significara nada para ti. —El cañón se apretó contra mi sien con fuerza suficiente para dejarme un morado. Permanecí inmóvil, sintiendo que los ojos se me llenaban de lágrimas—. Pero seguro que ahora sí significo algo, ¿verdad?

—Claro —susurré. Quizá su intención inicial era sólo asustarme, pero ahora se estaba cabreando por momentos tal como había hecho siempre, dejando que la ira creciese dentro de él. Cuando Brian empezaba a ponerse furioso, el proceso era como una avalancha. No podías hacer nada para contenerlo.

—Me chuleaste a conciencia en el divorcio, y me dejaste tirado en Dallas, con todo el mundo preguntando qué había pasado, dónde estabas... ¿Cómo crees que me sentó eso, Soo? ¿O es que te importaba una mierda lo mal que pudiera estar pasándolo yo?

Intenté acordarme de lo que me había dicho Irene, que un narcisista necesitaba sentir que se había alzado con la victoria.

—Por supuesto que me importaba —dije con voz entrecortada—. Pero todo el mundo sabía que podías aspirar a algo mejor. Todo el mundo sabía que yo no era lo bastante bueno para ti.

—Desde luego. Nunca volverás a tener lo que tuviste cuando estabas conmigo. —Me empujó tan fuerte que choqué contra la pared, y boqueé con jadeos sibilantes. El cañón de la pistola me tocó la cabeza. Oí el chasquido del seguro al ser quitado—. Nunca lo intentaste —masculló Brian, al tiempo que me sobaba el trasero con las caderas. Un acceso de náuseas me revolvió el estómago al notar su abultada erección-. Nunca te esforzaste lo suficiente. Hacen falta dos personas para construir un matrimonio, y tú nunca estuviste por la puta labor, Soo. Deberías haber hecho más.

—Lo siento —dije mientras tragaba saliva nerviosamente.

—Me dejaste. Te largaste de ese apartamento para ir descalzo por la calle, como un maldito pordiosero, porque pensabas que cuanta más pena dieras mejor. Para dejarme en mal lugar ante la gente. Y luego recurriste al cabrón de tu hermano JongDae para que te tramitara un divorcio a medida. Creíste que bastaba con arrojarme a la cara un puñado de dinero para que yo desapareciera. Pues entérate de que los documentos legales y toda esa mierda no significan nada para mí. Aún puedo hacer lo que me dé la gana contigo.

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora