Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ II

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El desconocido no sólo no aflojó la presa implacable con que me mantenía sujeto en aquella oscuridad abrasadora, sino que me pasó la mano por la espalda en un intento de aflojar la rigidez de mis vértebras.

—Dios, no sabes cuánto lo siento… —farfullé con los dientes castañeteando—. P-pensé que eras mi novio.

—En este momento, confieso que me encantaría serlo —repuso, con lo que me pareció un tono casi compungido. Su mano subió por mi cuello y lo apretó con una delicada presión, aliviando el calambre que había hecho presa en los músculos de aquella zona — ¿Debería encender las luces?

—¡No! —dije al tiempo que lo agarraba por la muñeca.

Él se mantuvo obedientemente inmóvil. Una sonrisa tiñó su voz cuando me preguntó:

—¿Te importaría decirme cómo te llamas?

—Sí, la verdad es que me importaría muchísimo. Nada de nombres, ¿vale?

—Como prefieras. —Me bajó de la mesa, agarrándome de las manos para que no acabara en el suelo.

El corazón me retumbaba en el pecho.

—No había hecho algo así en toda mi vida —dije—. Me siento como… como si en cualquier momento fuera a desmayarme o a ponerme a gritar o a…

—Preferiría que no lo hicieras.

—Oye, de verdad que no quiero que nadie se entere de esto. Ojalá ni yo mismo me hubiera enterado. Ojalá…

—Hablas muy deprisa cuando estás nervioso —observó él.

—Yo siempre hablo deprisa. Y no estoy nervioso, sólo un poco alterado. Daría lo que fuese por que esto no hubiera pasado. Me siento como uno de esos mensajes de error que te salen en el ordenador cuando.

— ¿Un cuatro-cero-cuatro, quizá?

—Sí. Esto es todo un cuatro-cero-cuatro.

Él hizo un ruidito de diversión.

—Tranquilo —dijo, al tiempo que me atraía hacia su pecho. La proximidad de su cuerpo era tan estimulante que no pude apartarme. Y su voz era tan persuasiva que hubiese podido detener un rebaño en plena estampida—. Todo va bien. Tampoco es que haya pasado nada, ¿no?

—¿Verdad que no se lo contarás a nadie?

—Claro que no. Brian me haría una cara nueva si llegara a enterarse.

Asentí, aunque la idea de Brian haciéndole una cara nueva a aquel tío resultaba de lo más risible. Incluso a través de su esmoquin, yo sentía los contornos de un cuerpo duro y lleno de fuerza, casi invulnerable. Entonces me vino a la mente la imagen de aquel hombre al que había visto de pie en un rincón del pabellón, y abrí mucho los ojos en la oscuridad.

—Oh.

—¿Qué pasa? —Él había bajado la cabeza y su cálida respiración me removía el pelo en la sien.

—Te vi en el pabellón, de pie al fondo. Tienes los ojos azules, ¿verdad?

Él tardó unos instantes en responder.

—Y tú tienes que ser el omega del cortejo en traje verde, ¿verdad? —dijo finalmente. No pudo reprimir una risita irónica, un sonido tan delicioso que sentí un escalofrío—. Mierda. Eres un Doh, ¿verdad?

—No responderé a esa pregunta si no es en presencia de mi abogado. —Traté de etiquetar todos los matices de vergüenza y excitación que burbujeaban en mi interior. Su boca estaba muy cerca. Quería disfrutar de una nueva dosis de aquellos besos abrasadores. Pero aquella fragancia a especias y sol que emanaba de él me aturdía… nunca había conocido a nadie que oliera tan bien—. Vale —Dije con un temblor en la voz—, olvida todo eso que he dicho sobre darnos los nombres. ¿Quién eres?

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora