Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ XVII

355 43 25
                                    


—Vamos a ver si lo he entendido bien —le dije a JongIn, plantado ante la puerta de su apartamento—. ¿Sigues emperrado en no dejarle pasar una a Chanyeol aunque me salvó la vida hace dos semanas? ¿Qué tiene que hacer para que lo trates con un mínimo de educación?... ¿Encontrar una cura para el cáncer? ¿Salvar al mundo del impacto de un asteroide?

Mi hermano me miró con exasperación.

—Tampoco he dicho que no fuera a ser educado con él. Hasta ahí puedo llegar.

—Caray, eso es todo un detalle por tu parte.

Aquella noche Chanyeol y yo íbamos a ir a una fiesta «torres como arrecifes» patrocinada por dos grandes compañías petroleras.

«Torres como arrecifes» era un programa en el que las compañías petroleras cortaban la parte superior de las torres en desuso y la dejaban en el fondo marino para crear un arrecife artificial. Como el fondo de todo el golfo de México era muy fangoso, los extremos de aquellas torres creaban un entorno que los peces encontraban muy acogedor.

Pese a las protestas de los ecologistas, a los peces parecía gustarles las torres de perforación abandonadas. Y las compañías petroleras estaban encantadas con el programa, porque les ahorraba una buena cantidad de millones que de otra forma hubiesen tenido que invertir en la recuperación de las torres de perforación que iban quedando fuera de servicio. Así que habían donado una gran sala de exhibición al Acuario de Houston para mostrar lo mucho que, en su opinión, las «torres como arrecifes» beneficiaban al Golfo.

Mi familia iba a asistir a la inauguración de la sala. Y yo me había desvivido por dejarles claro que no sólo asistiría al acto en compañía de Chanyeol Park, sino que esperaba que los Doh se comportasen como seres racionales. Pero al parecer eso era demasiado pedir. Llamé a Sehun, quien me informó con voz tenebrosa de que Chanyeol me estaba utilizando, tal como había pronosticado él que haría. Y ahora era JongIn el que se negaba a dar su brazo a torcer. Evidentemente me esperaba la misma reacción por parte de mi padre, cuyas opiniones eran tan inalterables como su grupo sanguíneo.

Eso dejaba únicamente a JongDae como motivo de preocupación; pero yo me sentía razonablemente seguro de que se mostraría educado con Chanyeol, aunque sólo fuese para no hacerme pasar un mal rato. Al menos, eso era lo que había dado a entender cuando estuve hablando con él después del incidente del ascensor.

—Lo único que he dicho —continuó JongIn—, es que Park no debería esperar que los Doh lo pongamos en un pedestal sólo porque hizo lo que habría hecho cualquier otro tío. Ya te lo he dicho antes, es que si me hubieras llamado a mí o a JongDae, cualquiera de los dos te habría sacado de ese ascensor en un periquete.

—Oh. Ahora lo entiendo.

Mi hermano me miró con los ojos entornados.

— ¿Qué es lo que entiendes?

—Estás cabreado porque no tuviste ocasión de lucirte. No soportas que nadie más sea un héroe. Eres el alfa cavernícola que manda, y nadie tiene un garrote más grande que el tuyo.

—Maldita sea, KyungSoo, deja de pelear con puyas de género. Esto no tiene nada que ver con el tamaño de mi garrote. —Su mirada fue de uno a otro extremo del pasillo—. Entra un momento, ¿quieres?

—No, todavía tengo que arreglarme y voy con el tiempo justo. Mejor subo a casa. Sólo quería pasar un momento a decirte que hicieras el favor de ser educado con mi... —Y entonces cerré la boca sin concluir la frase.

— ¿Con tu qué?

Sacudí la cabeza, desconcertado. Ni yo mismo tenía muy claro qué término debía emplear para referirme a Chanyeol. «Chico» sonaba demasiado a la época del instituto, y tampoco era apropiado, dado que Chanyeol estaba muy lejos de ser un chico. Amante... Bueno, eso era anticuado y melodramático. ¿Media naranja? ¿Amigo con derecho a roce? No y no.

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora