Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ XII

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¡Chanyeol! —Había acudido en mi auxilio. Estaba tan abrumado que por un momento casi perdí el control. Aliviado y lleno de gratitud, quise decirle al menos una docena de cosas atropelladamente. Pero lo primero que me salió fue un ferviente— Siento no haber follado contigo.

Lo oí reír.

Yo también lo siento. Pero cariño, tengo conmigo a un par de empleados de mantenimiento que pueden oír todo lo que hablemos.

Me da igual —dije con desesperación—. Sácame de aquí y juro que me acostaré contigo.

De inmediato, uno de mantenimiento se ofreció voluntario para rescatarme.

Yo lo sacaré —dijo con marcado acento español.

Me parece que he llegado antes, amigo —afirmó Chanyeol en español afablemente y se inclinó unos centímetros más adentro del ascensor, con un brazo extendido hacia mí—. ¿Alcanzas mi mano, KyungSoo?


Me puse de puntillas y estiré el brazo. Nuestras palmas se encontraron, y los dedos de Chanyeol bajaron un poco más para cerrarse alrededor de mi muñeca. Pero yo estaba recubierto de sustancia aceitosa, y mi mano se escurrió a través de la presa con que trataba de sujetarme Chanyeol. Acabé apoyado contra el tabique.

—No puedo. —Traté de que mi voz sonara tranquila, pero me salió un chillido ahogado. Tuve que reprimir un sollozo—. El agua está aceitosa.

Vale. Tranquilo, no pasa nada. No, cariño, no llores, ahora bajo. Tú quédate donde estás y agárrate a la barra.

Espera, también te quedarás atrapado aquí abajo...

Pero Chanyeol ya estaba metiendo los pies y las piernas por la abertura. Se agarró al borde del techo, se descolgó y quedó suspendido en el aire por un instante. Cuando bajó a la cabina con una caída controlada, el suelo osciló y el nivel del agua subió un poco más. Chapoteé y salté sobre él, trepando medio cuerpo hacia arriba antes de que él hubiera tenido tiempo de moverse.

Me sostuvo, un brazo por debajo de mi trasero y el otro alrededor de mi espalda.

—Ya te tengo —dijo—. Mi chico valiente.

—No soy nada valiente —dije mientras le echaba los brazos al cuello. Apreté la mejilla contra su pecho, intentando convencerme de que realmente estaba ahí conmigo.

—Sí que lo eres. La mayoría de las personas ya estarían en pleno ataque de histeria.

Estaba aboca-ado a eso —dije, los labios pegados al cuello de su camisa—. Me has pilla-ado en las primeras e-etapas del proceso.

Me estrechó entre sus brazos.

Estás a salvo, cariño. Ya ha pasado todo.

Apreté los dientes para frenar el castañeteo.

—No pue-edo creer que estés aquí.

Claro que estoy aquí. Siempre que me necesites. —Levantó la vista hacia el agujero del techo, donde un empleado sostenía una linterna apuntada hacia abajo—. Samuel, ¿tenéis alguna bomba de achique en el subsuelo?

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora