Eᴘɪ́ʟᴏɢᴏ

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Está hablando por teléfono, señor Park —dice la secretaria de Chanyeol—. Pero me ha dicho que lo hiciera pasar en cuanto llegara usted.

Estoy en las oficinas que Chanyeol tiene en el Fannin, un rascacielos de aluminio y cristal que parece dos piezas de rompecabezas ensambladas.

Gracias —le digo a la secretaria, y me encamino hacia el despacho de mi marido y entro.

Chanyeol está sentado detrás de su escritorio, la chaqueta tirada de cualquier manera encima de un asiento. Se ha aflojado el nudo de la corbata y su camisa arremangada revela unos antebrazos musculosos, como si no acabara de sentirse cómodo en su atuendo de hombre de negocios. «Cateto mío», pienso, con una punzada de placer posesivo.

Pronto llevaremos un año casados, y todavía no he acabado de acostumbrarme a que Chanyeol sea mi esposo. Lo de ahora no se parece en nada al matrimonio que tuve con Brian. Mi ex ya no representa una amenaza para mí ni para nadie, pues fue hallado culpable de dos agresiones con agravantes y enviado a la penitenciaría de Texarkana. Y Ye-ji acabó yéndose de Houston. Lo último que supe de ella fue que había encontrado trabajo como ayudante de dirección en una compañía de fertilizantes en Marfa.

No dedico mucho rato a pensar en el pasado. Una bendición del cielo que los seres humanos damos por descontada es que podemos recordar el dolor sin que el hacerlo suponga tener que experimentarlo de nuevo. El dolor de las heridas físicas se desvaneció hace mucho tanto para Chanyeol como para mí. Y la otra clase de dolor, el daño que nos hicieron en el alma, también se ha curado. Ambos procuramos mantenernos a una prudente distancia de las viejas cicatrices del otro. Y nos deleitamos en este matrimonio que estamos creando, profundizando, un poco más cada día.

... quiero que te expliquen con pelos y señales cuál es la clase de fluido que planean inyectar dentro de esa grieta —está diciendo Chanyeol.

Reprimo una sonrisa, mientras pienso que a estas alturas ya debería estar acostumbrado a que la jerga que utilizan los magnates del petróleo suene a chiste de viejo verde.

... lo que me interesa no es tanto el ritmo de extracción como los aditivos que utilizan en el proceso. —Chanyeol hace una pausa para escuchar—. Sí, de acuerdo, pero los secretos de la tecnología de estimulación me la traen floja. Será mi cabeza la que la Agencia de Medio Ambiente querrá clavar en una estaca si se les ocurre contaminar Los acuíferos, y...

Se calla en cuanto me ve, y la cara se le ilumina con una sonrisa deslumbrante que, como me sucede cada vez que la veo, me deja un poco mareado.

Oye, ya acabaremos de aclararlo más tarde —dice al teléfono—. Me ha surgido algo. Vale.

Deja el teléfono a un lado y rodea el escritorio. Medio se sienta, medio se inclina sobre el borde, y extiende los brazos hacia mí para ponerme entre sus muslos.

El chico de los ojos castaños —murmura, al tiempo que me da un beso.

¿Estabais hablando del último grito en tecnología estimuladora? —pregunto mientras le echo los brazos al cuello.

Formas de extraer el petróleo acumulado en los estratos de baja permeabilidad que resultan inaccesibles para los métodos convencionales —explica él—. Inyectas fluido en el agujero de perforación hasta que ese fluido agranda las grietas subterráneas, permitiendo que el petróleo fluya a través de ellas. —Sus manos me recorren la cintura y los muslos—. Estamos trabajando con un nuevo grupo de fracturación hidráulica.

Podrías haber acabado tu conversación —le digo.

No quería que te aburrieras.

Qué va. Me encanta oírte hablar de negocios. Siempre suena un poco picante.

No acabo de tener claro en qué estás pensando —sonríe Chanyeol, y su mano desciende hacia mi trasero—, pero me parece que debo de haberlo hecho unas cuantas veces.

Amoldo mi cuerpo al suyo.

Oh, admito que tenía ciertas connotaciones sexuales —le explico—. Digamos que desde que eres adulto toda tu vida ha sido un poco subida de tono.

Una chispa de diversión brilla en sus ojos azules.

Pero ahora únicamente contigo. —Me besa muy despacio, como si quisiera hacerme una demostración práctica de lo que quiere decir—. KyungSoo, cariño... ¿cómo ha ido la visita?

Últimamente hemos empezado a hablar de tener hijos. Chanyeol parece dispuesto pero no muy entusiasmado, mientras que yo comienzo a sentir lo que tiene que ser un imperativo biológico. Quiero tener un hijo con él. Quiero que tengamos nuestra propia familia. Ignoro lo que pueda depararnos la vida, pero sé que sea lo que sea lo afrontaremos juntos.

El médico dice que estoy sano y que por mí no hay problema —le digo—. Ahora lo demás depende de ti.

Él ríe y me estrecha contra su pecho.

¿ Cuándo empezamos?

¿Esta noche? —Inclino la cabeza hacia atrás con una sonrisita indolente mientras los labios de Chanyeol bajan por mi cuello.

¿ Qué te parecería adelantarlo a la hora de comer? —sugiere él.

Ni hablar. Quiero música romántica y un rato de preliminares.

Siento la curva de su sonrisa contra mi piel. Pero cuando levanta la cabeza y me mira a los ojos, la sonrisa se desvanece.

KyungSoo... no sé si seré capaz de ser un buen padre. ¿Y si no lo hago bien?

Me conmueve su preocupación, su constante deseo de ser el alfa que él cree que me merezco. Incluso cuando discrepamos acerca de algo, no me cabe duda de que soy adorado. Y respetado. Y sé que ninguno de los dos da por sentado que tenga derecho a contar con el otro.

He llegado a comprender que nunca puedes ser realmente feliz a menos que antes hayas conocido algo de pena. Chanyeol y yo hemos tenido que pasar por cosas terribles en nuestras vidas, pero fueron precisamente esas cosas las que crearon estos nuevos espacios interiores en los que puede morar la felicidad. Por no hablar del amor, claro. Tantísimo amor que parece como si la amargura no tuviera cabida en ninguno de los dos.

Creo que el hecho de que estés tan preocupado por eso —le digo— significa que probablemente serás un padre maravilloso.

Chanyeol sonríe y me atrae hacia su cuerpo, ese cálido refugio en el que siempre me siento seguro y a salvo. Me estrecha entre sus brazos, y la sensación es maravillosa. Es todo lo que me hace falta en la vida.

Decidido —dice, su voz amortiguada por mi pelo—. Tendrás derecho a la hora del almuerzo, cariño. Disponemos de tiempo para unos cuantos preliminares, pero me temo que no habrá música romántica. A menos que consigas encontrar algo en la radio del coche mientras vamos de camino al apartamento.

Giro la cabeza y encuentro sus labios, y descubro que es prácticamente imposible sonreír y besar al mismo tiempo. No tengo ninguna intención de discutir.

¿Quién necesita música romántica? —digo.

Y unos minutos después estamos camino de casa.

FIN


Y así llegamos al final de esta historia, espero les haya gustado... nos vemos en el camino.

Lis♥

Cᴀᴇᴄɪʟʟᴜs Dɪᴀʙᴏʟᴜs || CʜᴀɴSᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora