Capítulo ocho

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-¡Sara! ¡¿Qué carajos voy a hacer?!

-¿Qué te asusta?- me dijo con voz de emoción a través del teléfono- Empiezo a creer que estás enamorada de él, pero no lo quieres admitir.

-¡Ese es el problema! Estoy enamorada de él, sólo un poco y él es extremadamente mayor a mí y probablemente no pueda darle lo que él necesita, y si eso pasa terminaremos nuestra amistad y si algún día existe, la relación, y no quiero que se adentre tanto en mí.

-Yo creo que él va a hacerte feliz, y tú a él. Habla de esto con él, resuélvanlo y ya veremos.

-¡Ni me vayas a colgar!

Pero Sara ya se había ido.

¿Y ahora qué hago? Era la  única pregunta que me ocupaba la mente, quería salir y que todo se arreglara, pero a la vez quería quedarme y terminar todo. De repente golpearon la puerta y sin darme tiempo a hacer nada, la abrieron, tuve que quitar el seguro antes de llamar a Sara, pues el teléfono no se encontraba en mi cuarto, y al entrar me olvidé de volverlo a poner, Paula asomó la cabeza.

-Mariana, necesito que me ayudes, tengo que resolver unos asuntos con un amigo, ve con Julián y recibe los papeles que te va a dar, junto con las explicaciones.

-¡No! ¡No pienso...!

-Gracias hermanita.

De vez en cuando la quiero matar, pero sin embargo y con miles de maldiciones en voz baja, me resigné y me puse en marcha hacia el primer piso, "Tranquilízate Mar, tranquilízate" me decía a mí misma, al menos procuré arreglarme un poco antes de bajar, y me tomé mi tiempo, al llegar al último peldaño se me hizo un nudo en el estómago y tuve que respirar varias veces para no regresar corriendo a mi habitación y encerrarme el resto del día. Llegué al living fingiendo poco interés, mi hermana aún estaba allí, se disculpó con su jefe por tener que irse y le dijo que me indicara todo a mí, como si nunca nos hubiéramos visto, nos dimos un beso en la mejilla y me senté lo  más alejada que pude.

Llegaba el momento decisivo, mi hermana cogió su bolso y salió cerrando la puerta. Le tendí unos papeles.

-Estos son los balances e informes de...

-Estás hermosa- sus ojos fijos en mí me incomodaban, me miraba tan seductoramente, pero traté de ignorarlo olímpicamente-. Tal y cómo lo recordaba.

-Pero sin embargo dijo que los contratos de los...

-Y eres tan inteligente.

-Aunque falta la firma de uno de los abogados y...

-¡Perdóname! Pídeme lo que quieras,  dinero, regalos, celulares, un viaje o cualquier cosa, pero no me hagas esto, ¡No me ignores!

Supongo que ya era hora de hablar del tema.

-No soy así- dije fríamente.

-Entonces, ¿Qué hago para que me perdones?

-Dame tiempo.

-¿Por qué todas las mujeres dicen eso?

-Entonces soy cómo todas- me divirtió ver su expresión, dije eso justamente para ver su respuesta, supongo que terminaría perdonándolo.

-Eres la primera mujer por la que haría cualquier cosa.

-¿Eso le dices a todo el mundo?

-¡Mar! ¡Sólo trato de disculparme, eres una buena persona y mujer, y lo que hice estuvo mal! ¡PERDÓN!- literalmente gritó lo último.

Di un suspiro y cogí el teléfono, marqué el número de Sara y me contestó tras dos timbrazos.

-¿Cómo te fue? ¿Qué te dijo? ¡Cuéntame todo con detalles!

Mayor que yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora