Aquella misma tarde, Ash se encontraba tumbada sobre su amplia cama, con las piernas en alto y mirando hacia el techo con aburrimiento.
Miró con desgana la pila de libros y libretas que estaba en su mesa, y arrugó la nariz. Sabía que debía ponerse a estudiar para los exámenes globales que llegarían en cualquier momento, pero no tenía nada de ganas.
Apenas era lunes por la tarde, pero ya se sentía harta de todo. Además, sentía la mente sobrecargada de pensamientos y sabía que por mucho que lo intentara, no iba a concentrarse si se ponía a estudiar.
Seguir mirando al techo le pareció la mejor opción, disfrutando del poco silencio que tenía a lo largo del día, tan sólo interrumpido por el lejano ruido de Syra, la empleada de la casa, que en aquel momento estaba pasando el aspirador.
La madre de Ash no se encontraba en la casa, sino que seguía en su trabajo en el hospital. Aquella noche le tocaba hacer guardia hasta el amanecer, por lo que Ash y ella no se verían hasta el día siguiente.
Se llevaban bastante bien, aunque es probable que esto se debiera a que casi no se veían. Además de las horas y horas de trabajo por parte de la mujer, y las otras horas y horas que Ash se pasaba fuera de casa, tanto estudiando como haciendo otro tipo de cosas, no solían verse mucho.
Se podría decir que incluso Syra, la empleada, era más cercana a Ash que su propia madre.
Por eso, tras un par de minutos en los que la chica siguió mirando al techo de su habitación, decidió bajar a la cocina y saludar a Syra, quien parecía que ya había dejado a un lado su sesión de aspirar todo el polvo del suelo de la casa.
Se puso sus calcetines gorditos de pelo gris y bajó por las escaleras de la casa con su peculiar manera de bajar las escaleras, como dando saltitos.
Entró en la cocina, y allí estaba Syra, inclinada sobre la barra de desayunos y cortando en rodajas algo que parecía pepino. ¿Estaba haciendo ya la cena? Apenas eran las ocho.
"H-hola" saludó la chica con algo de timidez, y Syra levantó su cabeza para mirarla con esos bonitos ojos verdes aguamarina que tenía.
No había nadie que pudiera negarlo, la chica era guapa. Recién llegada de Irlanda, con sus veinticinco años, sus pecas y su pelo anaranjado. Había ido a parar a casa de la familia de Ash, en Toronto, en busca de trabajo y de cambiar de aires.
"Señorita Collins" la saludó la otra, tan formal que Ash no pudo evitar sonreír con timidez.
"Syra, ya te lo he dicho muchas veces. Llámame Ashley, por favor" le pidió, tomando asiento frente a ella, al otro lado de la barra.
"Perdona, es la costumbre" se disculpó la otra con una sonrisita que hizo que un par de hoyuelos se le marcaran en las mejillas. Observó el rostro de la castaña y frunció levemente el ceño "¿Te encuentras bien? Estás algo pálida"
Ash se encogió de hombros, frotándose los brazos por encima del jersey de pijama que llevaba.
"Si, tan sólo creo que he cogido un resfriado" respondió, quitándole importancia al asunto. Miró a su alrededor y al ver la gran cantidad de comida que había preparado la irlandesa, frunció el ceño "¿Toda esa comida es para mí?"
Syra negó con la cabeza.
"¿No te lo ha dicho?" preguntó la muchacha, y Ash negó con la cabeza sin entender nada "Tu madre ha podido cambiar el turno en el hospital. Mañana estará de guardia, pero hoy va a poder venir a cenar contigo"
La chica asintió, algo disgustada de que su madre ni siquiera se hubiera dignado a comentárselo.
Ash y Syra se quedaron charlando un rato más, mientras que la cena se terminaba de cocinar en el horno. Al tener una edad parecida, con unos siete años de diferencia, las dos chicas se llevaban genial, y se entendían muy bien.
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Used to ~Jb~
FanfictionNunca hubiera imaginado que te fijarías en alguien como yo. Tú podrías tener a cualquier chico que quisieras al alcance de tu mano, ¿por qué me elegiste a mí, Ashley?