Boku no Tenshi (Mi Ángel)

Capítulo 4- Kire

Por dónde empiezo... Vale, ya sé.

Después de flipar un rato y de algunas preguntas de Spectron a Progo, llegamos a casa destrozados. Cenamos durante un buen rato en silencio, fuimos a dormir e hice un repaso del día.

Había sido nuestra primera batalla de verdad y, para qué mentir, era bastante difícil. Si no hubiesen venido a ayudarme, no habría podido zafarme de esas cosas, lo tenía crudo. Vale, sí, eran dos y yo uno, pero... No era excusa. Eso era la guerra, si no podía lidiar con dos de ellos estaría empalado en menos que canta un gallo. Progo nos dijo que no sabía cómo había hecho nada, simplemente hizo lo que le pareció correcto, que no lo había hecho por instinto, había pensado todo antes de hacerlo, pero que pensó más rápido de lo normal (aunque eso no quita que se había movido más rápido que un caza).

En resumen, yo tenía que hacer algo. Si seguía así no conseguiría más que molestar. Mi punto más fuerte es, precisamente, la fuerza, iba a aprovecharlo al máximo. Me pareció recordar que escuché a un ángel hablar de otro con una fuerza excepcional, solo tenía que saber si ese ángel era un guerrero y preguntarle que estilo usaba. No tenía una espada legendaria, ni un estilo llamativo, pero iba a hacer que todos los antimonios me temiesen, vaya que sí.

Al día siguiente me desperté junto a Spectron, antes de que saliera el Sol, quería preguntarle algo.

- ¿Qué haces despierto, mortal?

Gracias por tu tonito de superior, cabeza alpargata.

- Quería preguntarte algo, ¿hay algún ángel que sea guerrero y su fuerte sea la fuerza bruta?

La pregunta pareció sorprenderle.

- Lo hay, pero no entiendo por qué lo preguntas.

- Mi fuerte en comparación al resto de los humanos que estamos aquí es esa fuerza, tengo un cuerpo más grande que ellos y soy más robusto, quiero saber cómo sacar partido de ello.

Relajó su expresión, me pareció ver un atisbo de sonrisa en su rostro.

- Así que quieres ser mejor guerrero utilizando tus fuertes... Igualmente deberías mejorar tus puntos flojos.

- Lo sé.

- Conozco a la persona indicada, no vive lejos, pero su entrenamiento será estricto y probablemente no vuelvas con tus amigos en un tiempo.

- ¿Vale la pena?

- Lo consideramos, en términos de fuerza, el mejor de los guerreros. Después del capitán, o sea, yo.

- Je... ¿Cuándo empiezo?

Al salir de la casa después de un buen desayuno de galletas con leche, pasamos por el campo de entrenamiento y cogí mi machete querido, perfecto para los golpes fuertes.

- ¿Usabas el estilo de Pítesis, cierto?

No entendía a que venía esa pregunta, pero no iba a dejarle en ascuas.

- Sí, ¿por qué?

- Es probable que te haga cambiar tu estilo, por uno algo más... Contundente. Aunque si considera que estás preparado, no te tocará tu forma de luchar.

Salimos del campo de entrenamiento, nunca me había parado a mirar el paisaje... Era precioso.

A la izquierda estaban todas las casas de los ángeles, hasta dónde alcanzaba la vista sólo se veía la gran civilización de ese mundo... rodeados de montañas y amplias explanadas de campo. A la derecha, más casas, a decir verdad, la mayoría de edificios eran casas, y aun así había espacio de sobras para todas, además de calles amplias y una plaza más grande que toda una ciudad. Eso descontando, obviamente, el campo de entrenamiento, las tiendas esparcidas por las infinitas calles y las extensas expansiones de terreno aún sin ocupar.

Spectron me llevó por unas calles como las otras, rodeadas de altos edificios y con poca gente aún por las horas del día (que aún ni siquiera se había hecho de día, pero bueno).

Cuando pensaba que detrás de la siguiente curva habría otra exactamente igual, me topé con todo lo contrario.

Una explanada absolutamente vacía, con un solo camino cuesta arriba que se alzaba hacia el cielo. Un pasaje cubierto de ladrillos desgastados y con unos muros por los que se caería cualquier persona... Pude divisar la casa a lo lejos, como un punto negro en la más eterna e infinita nada, sin duda parecía una pintura de un cuadro o una escena de cualquier serie. Di un paso al frente, saliendo de la ciudad... parecía que no había nada más, aunque sabía que todo estaba tras de mí... no podía esperar a llegar allí y ver que puertas se me abrirían a nuevas posibilidades, ahora estaba más seguro que nunca de que aún me quedaba un largo camino por recorrer.

- Te acompaño hasta aquí, sigues solo, no te caigas.

Dicho esto, mi guía se marchó volando, a él no le costaba sacar las alas, y se veía majestuoso al mostrarlas, la verdad sea dicha.

Volví a mirar aquel sendero eterno, cada vez con más ganas de conocer a mi nuevo maestro.

Y sin más preámbulos, emprendí mi camino hacia un nuevo mundo.