— Tienes que contarme cómo fue que huiste— le preguntó Adrián muy serio.
— ¿Y para qué quieres saberlo?— murmuró Anne escondiendo su rostro entre las mantas.
Adrián le levantó el rostro y lo puso frente al suyo— para que en la próxima discusión, te amarre a esta cama y haga cerrar el puerto.
Anne le sonrió y tardó en contestarle— no fue tan fácil...— desvió la mirada.
— Por eso quiero saberlo, para que no el futuro te sea más difícil el pensarlo siquiera— y esperó.
— Aguardé hasta que todos estuvieran dormidos...— Anne se encogió de hombros— fui a las caballerizas y cogí al caballo que estaba peor sujeto...
— Despediré al que debió amarrarlos— le cortó Adrián al instante.
Anne le sonrió de nuevo— cogí la silla de montar...
— ¿Cómo le pusiste la silla sin hacer ruido?— dijo él sabiendo que el que los cuidaba dormía muy cerca del establo.
— No se lo puse allí— dijo Anne cómo si fuera lo más obvio— me lo llevé en la mano hasta que salí de la propiedad— él la acercó más—, subí al caballo y cabalgué hasta el puerto...
— En plena oscuridad.
— La luna iluminaba bien el camino— recordó Anne—, llegué al puerto apenas había amanecido y compré un boleto...
— ¿Cuánto dinero llevabas? ¿Y de dónde lo tenías?— y cómo era que le habían dejado viajar así nada más— ¿Qué ropa te llevaste?
— Si me sigues cortando, ya no te diré nada— le amenazó con ternura—. El dinero lo tenía de cuando todavía trabajaba, lo guardé en la maletita, y viajé con un vestido que mamá me había comprado al llegar a la ciudad, me lo trajo Jacobo con una de las cartas ¿recuerdas?— Adrián negó— lo tenía guardado en la maletita porque me gustaba mucho.
— Debería verte con él para saber si me gusta también.
— Me alcanzaba para un boleto barato...
— Mandaré a azotar al que te vendió un boleto y lo haré encarcelar por darte uno barato.
Anne bostezó de cansancio y él la pellizcó juguetonamente para que despierte— al llegar allá si tuve dificultad porque no sabía cómo llegar a esa casa— nuevo bostezo y nuevo pellizco—, pero la señora Denis estaba en la ciudad y justo andaba por el puerto, me le acerqué y ella casi se desmayó al verme— rio adormilada—. No me preguntó mucho, solo notó que ya había dado a luz. Alquiló un carruaje, pero yo le dije que primero debía avisarte donde estaba— susurró—, ella debió sacar sus propias conclusiones porque no me preguntó nada; te mandó el mensaje y me llevó a casa, me hizo subir a la habitación y no me dejó salir por nada, ni siquiera avisó que estaba en casa, ella sola me atendió y me cuidó.
— Conservará su empleo y qué bien porque sería difícil encontrar una tan buena como ella.
— Y nada más— terminó Anne en susurros.
— Qué mujer tan loca para irse cuando solo había pasado una semana de dar a luz— le regañó por enésima vez. Anne volvió a bostezar y se acomodó para dormir de una vez—. No duermas— le dijo pellizcando por tercera vez—, quiero hacerte el amor una vez más.
— Mañana— susurró Anne dominada por el sueño—, hoy estoy muy cansada— y bostezó.
— Por eso quería a la nodriza— la provocó.
Anne despertó por completo— y por eso no será ni hoy ni mañana— se hundió en la cama y le dio la espalda.
Adrián acarició la bella espalda desnuda— solo fue una broma... sé que también quieres— ella fingió dormir—, si te saco un suspiro te haré el amor— la besó en el cuello y le puso un poco de atención, Anne jadeó—, te dije que lo lograría.
— ¡El bebé despertó!— saltó ella, corrió a ponerse algo encima y salió disparada dejando a su esposo solo.
Anne levantó a su bebé en brazos y le dio el pecho que tanto necesitaba el pequeño, sonrió al sentir la pequeña manita tomarle un dedo.
— Se suponía que despertarías para mí— molestó el esposo al venir a la habitación del primogénito—, date prisa— ordenó.
— Es tan pequeñito— susurró Anne que no tenía oídos ni ojos para nadie más que el que tenía en brazos— y se porta muy bien, solo yo me doy cuenta cuando despierta— al terminar su tarea lo puso en la cuna de nuevo y lo contempló hasta que se convenció de que estaba bien dormido— ¿verdad que es lindo?— le dijo a su esposo que seguía esperando.
— Mi madre vendrá a conocerte— soltó él— y también a conocer a su nieto.
Anne se quedó muda por unos segundos— ¿Cómo es ella?— preguntó al fin.
— Muy seria— respondió Adrián tomándola de la mano—. Se supone que no debe viajar, pero vendrá a como dé lugar.
— ¿Vendrá también...?— preguntó lo más tranquila que pudo.
— Él no pisa mi casa— cortó Adrián con molestia—, mi madre sabe bien eso, él se quedará con una de sus amantes, de seguro.
Aquella información no le llegó a sorprender a Anne, pero aun así no podía imaginar por qué Adrián no había advertido a su madre de ello ¿serían las amantes algo común? Pensó en su esposo que la tomaba de la mano ¿tendría él una? De solo pensarlo su corazón se hundía.
— Mi madre está cegada por él— explicó Adrián animándole a levantarse e ignorando los pensamientos turbios, Anne lo siguió mecánicamente—. Vamos aún hay tiempo— pero ella no estaba concentrada y eso a él no le agradaba— ¿Qué te ocurre?— le enojó suavemente— ¿en serio estás cansada?
— ¿Tú... tienes amantes?— preguntó Anne sin poder ocultar más sus turbios pensamientos, si la respuesta era afirmativa...
— Eres una niña— respondió Adrián dejándola en el acto como si fuera algo que le fuera a contaminar— ¿por qué preguntas eso justo ahora?
— Entonces sí tienes...— dijo Anne con un suspiro, no sabía que más pensar o decir.
— En ningún momento dije que tenía una— ahora sí estaba molesto con ella—, realmente sigues siendo una niña.
Anne se animó en un segundo y lo rodeó con los brazos— ¡qué bueno que no tienes!
Pero Adrián seguía molesto con ella— por pensar semejante barbaridad, no tienes nada por hoy— más Anne no se preocupó, sabía qué hacer para animarlo—. Para qué otra mujer, si tú eres suficientemente hermosa, adorable... ardiente, jamás te cambiaría— y disfrutaron de sus cuerpos otra vez.
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La Princesa Errante Encontró Un Hogar
Historical FictionTras tener una llegada trágica al mundo, una bella joven solo conoce la vida errante; por familia tiene a su madre; y lo que más desea es dejar de tanto caminar, encontrar un hogar estable, y sobretodo hallar la felicidad. Cuando un aristócrata se f...