XVIII

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Los siguientes días se volvieron más llevaderos así como si nada. Anne no tuvo que despedir a nadie y eso la ponía contenta porque no quería deshacerse de ninguno que hacía su estancia aquí más acogedora.

No hubieron dificultades en casa ni noticias que la pusieran alertas, excepto que cuando su madre salía por agua para ayudar las tareas de la cocina y aprovechando que los niños estaban en su horario de sueño, El Capitán venía a hacerle compañía, algo que Anne podía ver que a su madre disgustaba, pero la madre no tenía el valor de ponerle fin a los galanteos de El Capitán.

Antes que el sol se ponga, Anne aumentaba una nueva línea a su quinta carta, recordando que él le pedía que le escribiera cuanto quisiera.

Casi todas las tardes releía la carta de su esposo con mucha emoción: "¿Ya pensaste vender nuestra casa?", "no te deshagas de El Capitán, no podría encontrar otro empleo", "¿por qué dejaste de escribirme?", "no sigas enfadada conmigo por no escribirte, sabes que no soy tan bueno como tú para escribir lo siento", "extraño verte enfadada", "no pienses escaparte esta vez", "te necesito y también a los niños", "¿tienes el peso adecuado?"... también se excusaba por no poder escribirle tan seguido como hacía ella "estoy más ocupado que tú" era cierto, "cuando estés a mi lado te diré al oído todo lo que quieras oír" claro que lo haría y ella se lo pediría, "te mandaré una carta con nuestro mensajero que va allá de cuando en cuando" el mensajero era el amigo que le había traído esta alegría y le estaba muy agradecida "es el mismo que firmó como nuestro testigo ¿lo recuerdas?" tendría que verlo primero para poder recordarlo, y para concluir escribió.

Ése suave viento que corre hasta ti, soy yo cada vez que pienso en ti.

Lanza un dulce beso al aire sin reserva, me dará fuerzas para seguir adelante en esta pelea.

No dejes jamás de pensar en mí, yo no podría ser feliz si te olvidas de mí.


La siguiente semana conoció al amigo de su esposo. Pensó que sería una persona educada y bastante respetable, más o menos como su esposo, pero el amigo resultó ser una persona seria e indiferente que tuvo un impacto negativo en Anne al ver cómo, cuando el otro creyó que no era visto, dejaba su seriedad al fijarse en la joven empleada.

Anne conocía esa mirada, había sido receptora de ese tipo de miradas y lo repudiaba en extremo, pero para su horror la empleada parecía gustar de ser vista de esa forma, así que Anne le ordenó, con todo tino, que saliera antes de perder la compostura propia de una mujer de su clase.

Anne escuchó con atención las indicaciones del amigo y respondió a las preguntas hechas por éste, al final y para no invitarle al almuerzo evitando un nuevo encuentro con la dispuesta empleada, lo dejó marchar teniéndole una carta para Adrián, por indicación de él mismo "no le agrada ser mensajero, pero me debe muchos favores", y lo despidió cortésmente, esperando que se fuera pronto para así poder regañar a la empleada que se suponía debía guardar su honra. La señora Denis la distrajo al consultarle sobre un tema concerniente a la casa y se quedaron charlando buen rato dejando el asunto olvidado, además no era para tanto.

La habitación de su hijo mayor era grande, como debía ser para un hijo mayor, tenía una excelente vista en dirección a la ciudad y era la última en despedirse del sol. Allí Anne jugó un corto tiempo con sus hijos que se la pasaban bien al lado de su querida nana.

— ¿Cómo te va con El Capitán?— molestó Anne a su madre.

— No me hables de eso— reaccionó su madre con vergüenza—, ya no quiero salir de aquí porque cada vez que lo hago me lo encuentro en menos de lo que puedo tronar los dedos— y tronó sus dedos.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora