XXXII

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¿Escándalo? ¿Sería posible?

Sí, debían estar preparados para la estocada de alguien que se suponía era un amigo, fue el despecho lo que lo llevó a hacer cumplir sus palabras, despecho movido por el rechazo de quién estaba obsesionado.

Anne se estiró en su cama viendo cómo las nubes negras se arremolinaban sobre su casa y le anunciaban que la tormenta caería con todas las ganas de sepultarlos en medio de sus turbias aguas. "Ay, no puedo creerlo" se dijo recordando la carta recibida esa misma mañana por su esposo.

— ¡Qué será de mis niños!— le preguntó Al Cielo.

Se sentía como un pez que fue atrapado en las redes de un pescador, sin posibilidad de escapar, presa fácil que veía su muerte aproximarse sin remedio. Se sentía desdichada.

Escuchó los pasos de Adrián acercarse y se sentó, puso su mejor rostro para que no la viera al borde de la derrota porque debía ser alguien que debería darle las fuerzas en estos terribles momentos.

— Es un idiota si cree que con esto me vencerá— dijo Adrián empujando la puerta con fuerza, pero evitando que ésta se golpee, reparó en su esposa—, así que aquí te escondiste— le dijo—, no te preocupes— acertó en las tribulaciones de ella—, no logrará nada con su amenaza.

— Pero ¿y los niños?— repuso Anne muy preocupada— si lo que dice es cierto, ellos la pasarán mal, y el profesor no les podrá enseñar, lo sabes.

— ¿Por qué no?— Adrián le restó importancia— no te preocupes por el profesor, lo más importante para él es recibir su pago y lo que le pagamos es mejor de lo que muchos le pagan, seguirá enseñándoles sin chistar, pero— calló a Anne con una mano para poder seguir hablando— le daremos un pequeño descanso hasta que se resuelva esto, y verás que regresará sin que se lo pidamos.

— ¿Y qué dirán tus amistades?— preguntó Anne desganada— ellos van a hablar y los niños se enterarán de todo.

— Anne, te afliges por todo— le enojó dulcemente—, no estamos en un hoyo ni algo parecido, solo dame un tiempo y resolveré esto, aquí mismo, sin salir de nuestra casa, solo déjame encontrar a quién firmó los documentos y lo ratificaremos, eso es todo.

— Dijiste que era muy anciano, tal vez murió— replicó Anne de nuevo—, si así es, no podrías hacer valer el documento que firmó y la bomba explotará sobre nosotros y más que todo sobre nuestros niños.

— Se fue al otro continente, al sur, tengo a un abogado que irá a buscarlo; en cuanto lo encuentre, yo tendré que ir y hacerle firmar de nuevo un documento y esta vez ataremos los cabos que no pudieron ser atados correctamente.

— No lo sé, todo esto sigue sin convencerme— negó Anne—, encima tu reputación está en juego, no podrás tener los contactos que siempre tuviste y eso harán las cosas más difíciles para todos.

— Mi reputación no está en juego— respondió Adrián tomando la mano de ella—, y menos la tuya. Dame un tiempo y lo resolveré, confía en mí— Anne asintió pesadamente—, este escándalo no es la gran cosa, ha habido peores.

Un viejo hábito, viejísimo de verdad, quiso reaparecer en Anne.

— Las uñas otra vez— dijo la Nana al verla con el hábito—, querida, no tienes idea de lo mucho que sufrí en hacerte olvidar de eso— Anne bajó la mano.

— No me las como, solo que no sé qué hacer, esto es horrible mamá— estaban las dos solamente en la habitación de la niña que se había ido a jugar con sus hermanos—. Quiero ayudar de alguna forma, de veras que sí, pero no sé cómo, me siento una especie de estorbo, todo esto es por mí.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora