XIII

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No discutir, eso era muy fácil para Anne, iba a demostrar a la madre de su esposo que ella era una buena persona, que era una buena esposa y una buena madre, mostraría lo mejor de ella.

Solo que cuando Anne veía a la fría señora se ponía nerviosa otra vez y las palabras se atascaban en su garganta, pero al menos así no discutiría, pensaba Anne preocupada.

— Estas cortinas se ven tan viejas y descuidadas— dijo la señora con ojo crítico. Un día eran las cortinas, otro las sábanas de las habitaciones, otro los muebles en mal estado, otro la vajilla desgastada, otro lo fría que era su habitación y de lo delgado que estaba su nieto, eso último alertó a Anne que fue a verificar si era así, el doctor le había asegurado que el niño tenía buen peso y estaba saludable, pero de todos modos fue a cerciorarse— lo veo un poco paliducho— dijo la señora al ver a Anne levantar al bebé para darle pecho— debe ser el polvo que hay en esta casa, no es saludable— y Anne mandó a limpiar cada rincón de la casa, a pulir los muebles, cambiar la vajilla, mandar a poner cortinas nuevas, a que le pusieran las mejores sábanas y mantas a la madre de su esposo para que no pase frío, a volver a limpiar la casa y todos los rincones y a llamar al doctor para que vuelva a revisar a su hijo—. El clima de esta ciudad no es bueno para mi nieto— sentenció la señora dejando a Anne frente a un precipicio que no podía cruzar.

Pero por qué la señora no se convencía de lo contrario, se decía Anne derrotada y un poco cansada. Adrián ya había vuelto y la señora había mandado a preparar tal festín que a Anne le pareció francamente exagerado para tres personas y un bebé que aún no comía. Por la tarde, cuando la señora fue a su habitual descanso, Anne mandó a repartir una porción más a todos los que trabajaban en la casa para que no se desperdicie tanto alimento y como seguía habiendo comida, ordenó que volvieran a llevar la comida a la escondida cabaña de El Capitán para que se lo repartiera con sus hombres.


— Puedo entender perfectamente por qué mi hijo se fijó en ti— dijo la señora Madeleine, así se llamaba la madre, sin reparar en mostrar un poco de tacto.

Anne se puso tensa "mañana se va, mañana se va" se repitió guardando la calma— ¿Por qué señora?— le siguió el juego lo más tranquila que pudo y se guardó las palabras adecuadas detrás de la lengua. La señora diría algo desagradable, ya lo sabía.

— Me dirás que no te diste cuenta— dijo la señora Madeleine escudriñando a Anne—, si así quieres... Una chica con poca clase, nada educada...

"Eso es indignante y ofensivo" pensó Anne concentrándose en su hijo que tenía en brazos para no perder la calma "déjala que hable, se va mañana y no dejarás que pise un pie mientras estás aquí".

—... con un bonito rostro, bonito cuerpo, que parece delicada, frágil y necesitada... le habrá sido tan fácil conquistar a una chica así— dijo regodeándose de sus palabras y con ese rostro serio que tenía que no hacía más que empeorar el sentido de sea palabras. Anne comenzó a sentirse furiosa, a esa señora solo le faltaba decir lo que estaba segura que diría en cualquier momento—. Le dije que le arreglaría un bonito matrimonio con una buena familia y una buena joven, pero no me hizo caso, ya puedo saber por qué— terminó de hablar.

— ¿Por qué señora?— preguntó otra vez Anne con los dientes apretados— qué trata de decirme.

— Y encima poco inteligente, le habrá sido muy fácil convencerte— la mujer soltó una pequeña risa despectiva— y esa es la verdadera razón para no dejar a mi nieto vivir contigo.

La paciencia se fue al hoyo igual que el autocontrol, Anne se preparó para responderle a la refinada señora— usted no se llevará a mi hijo— soltó furiosa y sin elevar la voz porque su niño dormía.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora