Es viernes, amor mío, me encantan los viernes ¿recuerdas por qué? Porque un viernes por primera vez me dijiste que me amabas. Lo recuerdo todo, pero no lo escribiré, quiero que trates de recordarlo tú mismo.
¿Cómo va todo por allá? Si todo va bien, tendrías que venir por mí en el tiempo que acordamos, pero esta vez no me voy a ilusionar en vano para así no decepcionarme yo misma como suelo hacer muy seguido.
¿Quieres que te aburra contándote mí día a día a detalle? Lo haré.
En primer lugar tu rápida carta, donde respondiste a dos de las mías, terminó de aliviarme por el feo suceso que viví, aunque me habría encantado que me escribieras un poema como te pedí, pero me encanta leer lo que me escribiste y no me canso sino que la leo y la leo tanto como la primera que recibí de ti. ¿Sabes qué perdí la cuenta de cuantas cartas te escribí yo?
Ayer me dispuse volver a leer tu carta y nuestros hijos me interrumpieron, digo nuestros hijos porque fueron los tres, es que este bebé que está en mi vientre se mueve mucho, es como si estuviera peleando conmigo por tenerlo encerrado tanto tiempo, pero me estoy adelantando, te dije que te explicaría mi día a día a detalle, aunque no tan a detalle porque yo misma me aburriría de escribir tanto así que obviaré los sucesos simples.
Ahora sí, luego del suceso de la empleada me puse enferma, eso no te lo conté, y tal vez la culpa no fue el suceso en sí sino todas las veces que me escapé a la playa, pero tú también tienes la culpa de mis escapadas y ya está de más decirte por qué. La cosa es que me puse enferma y la señora Denis, aparte del doctor, me cuidó como si fuera de cristal y me fuera a quebrar en cualquier momento, no fue tan grave a decir verdad, me recuperé en dos días y los dos estamos bien, pero ya conoces a la señora Denis, yo no sé qué le hiciste, o a quién te vio hacer quién sabe qué y quién sabe cuándo, que no dejaba de decir que la mandarías a la guillotina por semejante descuido. Lo único que consigue con sus exageraciones es hacerme reír porque yo te creo incapaz de hacerlo ¿o me equivoco?
Hablando de enfermedades y para zanjar el tema de ellas, debo confesarte que nuestro hijo mayor enfermó días después que la empleada se marchara y lo de él no fue solo de dos días, tuve tanto miedo de perderlo, así de grave fue. Debo pedirte perdón por no mencionártelo antes y te volveré a pedir perdón cuando nos veamos de nuevo, tal vez el que no me hayas escrito un poema es parte de mi castigo.
"Tifoidea" dijo el doctor y no dejó que nadie se le acerque, me rompió el corazón no poder verlo o escuchar su triste lamento porque el doctor ordenó que me fuera a la ciudad debido al estado de mi embarazo y no solo yo sino también nuestro hijo pequeño, la nana y la señora Denis. Iba a escribirte para ponerte al tanto de todo, también es tu derecho, pero la misma señora Denis, y por favor no te desquites con ella, me detuvo diciendo que de todos modos nada más se podía hacer y por mucho que te escribiera, la carta llegaría en dos semanas y tú en otras dos y eso si no había inconvenientes en los trayectos, y hasta eso el resultado de nuestro pequeño sería el mismo. Así que solo pude rogar Al Cielo por nuestro primogénito. Más podrás imaginar el resultado.
Mientras te escribo estas líneas, y como un pequeño paréntesis, nuestro hijo que sigue dentro de mí está dando saltos, creo que quiere que te hable de una vez de él o ella, hay que esperar a que nazca para saber.
Retomando el tema de la enfermedad:
Tu hijo mayor es un niño fuerte y valiente. Se recuperó a la tercera semana y yo lo pude ver cuando no había peligro alguno. El doctor fue muy hábil y no dejó que la enfermedad se expanda a los que se quedaron en casa, él mismo se encarga de supervisar que todos estemos bien; y no debes preocuparte, todos estamos bien.
ESTÁS LEYENDO
La Princesa Errante Encontró Un Hogar
Historical FictionTras tener una llegada trágica al mundo, una bella joven solo conoce la vida errante; por familia tiene a su madre; y lo que más desea es dejar de tanto caminar, encontrar un hogar estable, y sobretodo hallar la felicidad. Cuando un aristócrata se f...