VII

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El verano se alejaba y el frío ya podía sentirse, una caneca no era suficiente para calentarla y al salir del baño se estremecía de frío.

— Abríguese de una vez, mi señora, no querrá enfermar antes de irnos— le dijo la señora Denis siempre cariñosa— pasado mañana partiremos, si quiere, no salga de la habitación, yo me encargo de supervisar lo demás.

— No, bajaré— era mejor estar con otras personas que estar sola, cuando estaba sola la tristeza la inundaba y para qué hablar del frío que sentía— pero desayunaré aquí.

El sol salió y ella aprovechó para salir a calentarse y desde allí ver como los de fuera de la casa alistaban a los caballos.

— Jacobo ¿usted regresará de inmediato?— le preguntó al verlo.

— Sí, mi señora— respondió humildemente— debo cuidar a los otros caballos, mi esposa me los cuidará en mi ausencia, no tiene que preocuparse.

— ¿Y no pasará frío?— quería hablar y ellos querían hacerle sentir bien, puede que su esposo les diera permiso para que charlaran con ella y evitar así que entristezca porque ahora siempre respondían a sus preguntas y no era escuetamente, y estaban prestos a cumplir todo lo que ella imaginaba en voz alta siquiera.

— No, mi señora, yo vivo al borde del territorio, la casa es pequeña y guarda bien el calor.

— ¡Qué bueno!— y lo dejó marchar.

Anne se quedó allí calentándose y las de dentro venían a consultarle de uno y otro detalle, Anne les respondía como podía, y sabía que obraba bien cuando la señora Denis asentía ligeramente, ella era su profesora en estos aspectos. En los temas de administración fue su esposo quién la instruyó y aun así no podía entender todo a la perfección.

Almorzó en su habitación, otra vez volvía a comer poco, pero no era su culpa, la comida no estaba buena como las primeras veces, la señora Denis le dijo que tal vez era por otro cocinero que había reemplazado al habitual puesto que estaba enfermo— cuando usted regrese, el cocinero de siempre ya estará perfectamente y no le permitiremos enfermarse, se lo prometo.

Eso le generó otra duda a Anne— ¿Cuándo volveremos?

— Yo debo volver antes, mi señora, tengo velar porque todo aquí esté en orden antes de que usted vuelva. Regresaré antes de la primavera, es por eso que los que se quedan me dicen que les traigo alegría— sonrió—, usted y su señor esposo volverán en verano, aunque el señor vendrá cada tanto para ver que todo esté bien y para visitar a su delicada madre.

Anne se estremeció de frío y fue a su lugar favorito cuando el sol se escondía.

— Mi señora, vaya a su habitación, olvidé mencionárselo— la señora Denis la alcanzó golpeándose las sienes con los dedos— hoy llegarán los que nos cuidarán en el camino, no se sentarán a la mesa— la tranquilizó por si acaso— y tampoco estarán por la sala, rondarán por afuera y hablarán y hablarán y usted no se sentirá nada cómoda.

— Me sube la estufa, por favor— no se hizo de rogar, la señora Denis tenía razón, no quería estar en la sala mientras aquella hombres estaban afuera— y la caneca, descansaré temprano, creo que sí me pasó el frío y no estoy durmiendo bien.

— Es por el viaje, mañana salimos después de desayunar— dijo la señora Denis comprensiva—, le subiré más tarde la cena.

— Solo pan, por favor, nada de leche, no me está cayendo bien.

— Sí, mi señora, es el frío, le subiré una infusión deliciosa con la que se relajará y dormirá como un ángel— y cumplió con todo lo que dijo, y Anne durmió profundamente.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora