Era el último trayecto del viaje y Anne se durmió de nuevo y despertó cuando el carruaje paró, el sol ya cubría todo y sería como las nueve o diez de la mañana. El Capitán se acercó a la ventana y dijo que el doctor ya se marchaba.
— Vendré a revisarla por la noche— avisó educadamente desde su carruaje, se desvió por un cruce a la izquierda y siguió su rumbo.
Ellos se pusieron en marcha.
— ¿Cuánto nos falta?— preguntó Anne a El Capitán que seguía al lado de ellos.
— Llegaremos a las dos— respondió El Capitán muy confiado en su orientación y su cálculo— seguro que debe de tener muchas ganas de ver al Amo— sonrió con picardía y sin esperar respuesta, se adelantó.
Anne tomó la carta que debía de terminar ya, no sabía a qué hora se regresaría Jacobo por lo que debía entregársela justo al bajar.
El Capitán cree que llegaremos a las dos de la tarde. Hace bastante calor en el carruaje y me duele la cintura, pero no quiero decírselo a la señora Denis, es que ayer me revisó el doctor y... prefiero primero estar segura.
Me gustaría contarte tantas cosas, te extraño mucho.
Me despido con un beso.
Tu niña
P. D. Cuando conozca la casa te la describiré a detalle.
— Mire, mi Señora— señaló la señora Denis— allá está la casa, ahora verá que no exageré en decirle que era un bello lugar.
Anne miró donde le señalaba y vio otro edificio imponente, pero de apariencia más amigable, más moderno y un tanto más pequeño que el que habían dejado, le abría paso un enorme jardín, mucho más grande que el de la fría casa y parecía tener amistad con el sol porque recibía sus rayos con todo gusto.
— Desde donde desvió el doctor hasta más allá de la mansión es la tierra de su señor esposo y claro que también es la suya— comentó la señora Denis con orgullo.
El carruaje por fin paró delante del edificio que le daba la bienvenida y sus ocupantes bajaron a la libertad. Anne se estiró para liberarse de la pereza y al instante vinieron nuevas sirvientas a atenderla, le trajeron un parasol y lo pusieron por encima evitando que el sol le diera de frente.
— Por aquí, señora— la alcanzó un hombre elegante, alto y un poco rechoncho que le señaló el camino—, las maletas— ordenó con elegancia a las sirvientas que se movieron de inmediato obedeciendo la orden, el hombre elegante se abrió paso primero— encontrará en sus aposentos ropa más ligera y cómoda. Todo el servicio está a su completa disposición, si encuentra a alguien inoportuno...
— Con permiso— se abrió paso una señora Denis presurosa—, pero yo soy quién guiará a la Señora y le explicará el orden aquí— señaló con orgullo—. Sígame mi señora— dijo a Anne y la condujo, dejando al hombre elegante ofendido y plantado—. Habrase visto— refunfuñó—. Mi señora, en esta casa, yo estoy bajo su servicio directo, dígame lo que desee y se lo haré traer en el acto.
— ¿Ya están peleando?— era el "señor esposo" como dijo la señora Denis en todo el camino, él estaba dentro de la casa— no tienen por qué, el mayordomo y usted tienen distintas asignaciones, no quiero discusiones.
— Pero él es quien empieza, mi señor pregúntele a su señora esposa— bajó la cabeza con respeto.
Él miró a Anne detenidamente y ella metió el abdomen por las dudas— ve a descansar— le dijo con seriedad y se dirigió a la señora Denis— cerciórese de que esté descansado.
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La Princesa Errante Encontró Un Hogar
Ficción históricaTras tener una llegada trágica al mundo, una bella joven solo conoce la vida errante; por familia tiene a su madre; y lo que más desea es dejar de tanto caminar, encontrar un hogar estable, y sobretodo hallar la felicidad. Cuando un aristócrata se f...