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La luz del sol caía sobre su cuerpo a través de una enorme ventana, el sueño de sus ojos se iba de a poco y tardó algunos minutos en darse cuenta donde estaba.

Era en una habitación grande, muy grande, elegante y fría, una habitación que jamás en su vida había visto o imaginado ver; la cama donde descansaba era el único lugar cálido gracias a los rayos de sol, la manta que la cubría era en extremo fina y jamás había sentido algo así sobre su cuerpo; las almohadas era muy suaves al igual que el mismo lecho donde había pasado la noche.

Parpadeó tres veces para reaccionar y deshacerse del sueño, y se sentó rápidamente al entender que éste era un lugar nuevo.Asustada y confundida cubrió su cuerpo desnudo con la fina manta y sus ojos se toparon con el hombre que la miraba desde una de las esquinas de la enorme habitación, y todo volvió a su memoria como un gran valdazo de agua fría: había pasado la noche con aquel hombre del que apenas conocía su nombre.

-Emily -le dijo su madre con voz suave en cuanto tuvo uso de razón-, cuando estemos fuera solo dime Emily, no te haré caso si me dices mamá.

- ¿Por qué mamá?- preguntó ella viendo los ojos de su madre y tocando su áspera mano.

- Porque no podré ganar dinero si saben que tengo una hija- le explicó su madre acariciando su cabeza- y sin dinero no podremos comer- y ella aceptó.

Lo que más recordaba de ése tiempo era que caminaban y caminaban sin descanso, su madre la cargaba en brazos cuando ya no podía andar, pero mayormente iban lento para disminuir algo de trabajo en su cansada madre.

- Mamá ¿estamos escapando?- le preguntó una tarde cuando se refugiaron bajo un árbol para evitar los rayos del sol- ¿Por qué no nos quedamos en una ciudad?

- Buscamos un mejor mañana, mi tesoro- y la abrazó para dejarla dormir.

Cuando llegaban a una ciudad, ella se sujetaba de las faldas de su madre para no perderse y seguía su ritmo con pasos apresurados, en algunas ocasiones su madre la dejaba en la casa donde trabajaba, no dentro sino fuera, en el patio- yo vuelvo- le decía y siempre volvía, pero pocas las veces en las que encontraba trabajo en una casa, por lo que su madre siempre estaba apresuraba y ella pegada a sus faldas.

Aún podía recordar la vez que se había distraído con unos niños vestidos de una forma extraña, con la ropa toda apretada que de seguro debía de ser en extremo incómoda; aquellos niños no jugaban solo estaban quietos esperando a sus madres, pero sus madres no parecían ser sus madres aún si pagaban la ropa rara que ellos usaban.

Ella miró sus ropas que no era nada ajustadas ycon las que podía moverse libremente y correr y jugar, y comprendió que esos niños eran una especie de prisioneros con esas extrañas prendas.

Uno de los niños la miró y se rio de ella señalándola y codeando al otro que también se rio al verla, ella levantó la nariz ignorándolos y echó a andar, pero se dio cuenta de algo que la dejó helada: se había separado de su madre.

- ¿Emily?- dijo entrando rápidamente en pánico- ¿Emily?- su voz no tenía la fuerza suficiente para hacerse oír entre la muchedumbre, y comenzó a llorar- ¡mamá!- gritó angustiada y echó a correr- ¡mamá!- su madre no estaba por ningún lado, se había perdido ¡Cuántas veces su madre le advirtió que no se separe!

Se sentó, cansada de correr, bajo unas gradas y lloró desconsolada, el sol se ponía y la oscuridad se abría paso, pero ella solo podía llorar su desdicha.

- ¡Anne!- la llamó una voz que conocía- ¡dónde te metiste!- levantó su rostro inundado de lágrimas y la vio, su madre venía a ella con los brazos abiertos "mamá" susurró y corrió a los brazos de su madre que la abrazó igual de aliviada que ella- te busqué por todos lados ¡Ay mi pequeña! Pensé que te había perdido- le susurró- vamos hermanita- dijo en voz alta- mamá nos espera en casa.

La Princesa Errante Encontró Un HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora